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ARTÍCULOS

El bien está al alcance de todos

Del número de septiembre de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español

Apareció primero el 24 de junio de 2024 como original para la Web.


La notable historia de Agar es una que vale la pena rever. Las dificultades con su hijo que fastidiaban a su mujer, Sara, impulsaron a Abraham, su marido, a expulsar a Agar y a su hijo al desierto con un odre con agua y algo de pan únicamente. No es difícil imaginar que Agar se debe de haber sentido abandonada y preocupada de cómo alimentar a su hijo (véase Génesis 21:9-21).

Una vez que el cántaro ya no tiene agua, ella se aparta de su hijo, porque no quiere verlo morir. Pero aun en medio de la desesperación más absoluta, esa madre llega a comprender que el muchacho tiene una relación directa con Dios. Un ángel —un mensaje divino— le dice: “Dios ha oído la voz del muchacho en donde está”. Agar y el niño fueron entonces salvados. La Biblia dice: “Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho”.

El mensaje angelical le ordena que “alce” al muchacho. Al verlo a través de la Ciencia Cristiana, el mensaje angélico le estaba pidiendo a Agar que eleve su pensamiento acerca del muchacho y contemple la fuente de su vida: Dios, la Vida divina, la única Vida. Ella tenía que ver que la vida del joven no podía perderse. Para mí, lo más notable de esta historia es que la fuente de agua tan necesaria ya estaba allí. La desesperación de Agar le había impedido ver que la solución siempre había estado al alcance de su mano. Una lección para nosotros hoy es que la respuesta de Dios siempre está cerca.  

Hay una historia que ha estado en mi familia por algunas generaciones. Cuenta acerca de una pariente que hace cerca de un siglo había quedado sola con sus hijos menores, mientras su esposo y los dos hijos mayores fueron a la guerra. Muy pronto, ella ya no tenía nada para alimentar a sus hijos. Desesperada, salió al campo con ellos, quizá en busca de algo que calmara el hambre. Cuando no encontró nada, se dirigió a un monte cercano, se apoyó en uno de los árboles y comenzó a llorar, mientras trataba de que sus hijos no vieran sus lágrimas. Rogó entonces a Dios que la ayudara en ese momento de tanta necesidad. Apenas había terminado su súplica, cuando sintió que algo caía a sus pies desde las ramas. Se inclinó y allí mismo frente a ella, estaba un doblón de oro entre el verde de los pastos. ¡Cuántos alimentos habrá podido adquirir con esa valiosa moneda! ¡Qué maravillosa sensación de alegría y gratitud debe haber desbordado su corazón!

Esta historia puede tener varias explicaciones, pero la más razonable es esta: En esa zona abundaban los cuervos, y algunos creen que estas aves son atraídas por el brillo de los objetos, y que los recogen y los llevan a sus nidos; así que pensamos que la moneda debió haber caído de uno de los nidos de estas aves.

Si nos encontramos cegados por el temor, no es fácil darse cuenta de la inmediatez de la respuesta divina. Pero como muestra esta historia, a pesar de las dificultades que parezcamos estar experimentando, la presencia de Dios es tangible allí mismo donde nos encontramos y satisface nuestras necesidades.

Esto me recuerda un versículo de la Biblia que amo: “Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído” (Isaías 65:24). Como en el ejemplo de Agar, es imposible darse cuenta de la disponibilidad del bien cuando somos enceguecidos por la angustia y la desesperación. Otras veces, queremos que nuestra necesidad sea respondida de una manera determinada, y cuando aparece de otro modo que no es el que esperábamos, pensamos que nos fue negada la ayuda.

En más de una ocasión me he sentido muy cercana tanto a Agar como a esta mujer en la historia de la moneda. Ha habido momentos en que la desesperación por lograr algo que realmente necesitaba me ha llevado a pedirlo a Dios con todo mi corazón y hasta con lágrimas.

En algunas ocasiones, cuando la situación económica era muy difícil, encontraba dinero olvidado en el bolsillo de alguna prenda o en un monedero, que cubría la necesidad del momento. En una ocasión, fue la urgencia por encontrar una casa la que nos mantuvo en vela a mi esposo y a mí varias noches. Cuando oramos y afirmamos que el amor de Dios, nuestro Padre-Madre, no permitiría que Sus amados hijos quedaran desamparados, encontramos nuestra respuesta. En unos días obtuvimos una linda vivienda con las comodidades necesarias para albergar a nuestra familia.

Tal como indica Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (pág. 494). A través de mi estudio de esta Ciencia, he llegado a entender que Dios responde a las necesidades de todos; exactamente como lo demuestran las historias de Agar y la mujer que encontró el doblón de oro.

En realidad, la creación espiritual y completa de Dios no carece de cosa alguna.

La mujer que encontró la moneda rogó a un Dios que no conocía realmente, pero que intuitivamente sabía que le respondería. El mismo Dios que yo he aprendido es el bien supremo, el Dios que la Ciencia Cristiana nos insta a conocer y a amar. ¡Qué maravilloso es saber que el Amor divino es infinito! Atraviesa los tiempos, cubre todas las necesidades y llega al corazón que busca sinceramente una respuesta.

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