Las personas de diferentes puntos de vista políticos pueden tener opiniones firmes sobre la riqueza, los recursos y los sistemas equitativos en general, pero una cosa que todos estos puntos de vista tienen en común es la sensación de que no hay suficiente para todos. Algunos creen que si trabajas lo suficiente, tendrás todo lo que necesitas. Otros ven un sistema que simplemente está en su contra pase lo que pase. Pero, insisto, el concepto fundamental es que los recursos son limitados, y que, o bien, todos recibirán un poco, o algunos obtendrán mucho y otros no obtendrán nada, ya sea empleo, vivienda, comida o capacidad. Esta densa nube de limitación oscurece la visión y agobia la perspectiva de muchas personas en todo el mundo.
No obstante, considera una evocadora promesa que se da en el libro de Malaquías en la Biblia: “Traed todo el diezmo al granero, para que haya alimento en mi casa; y ponedme a prueba, dice el Señor de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (3:10, Revised Standard Version). ¡Qué imagen! Acudir a Dios, llevarle tanto nuestra necesidad como nuestro suministro, y sentir Su provisión completa como una cascada de bendiciones. Aquí también hay una invitación a considerar que nosotros mismos somos una bendición para los demás, derramados como dones de Dios para el mundo.
Este es el cielo —el reino de Dios— que los patriarcas y las matriarcas vislumbraron, que los profetas profetizaron y que Cristo Jesús vino a proclamar a través de su evangelio. Desde los israelitas alimentados con maná y codornices en el desierto, hasta la viuda de Sarepta que pudo sostener a su casa y a Elías a través de una provisión inagotable, hasta Jesús al alimentar multitudes, tenemos vívidos ejemplos de cómo la infinitud del cielo incluye abundancia para todos.
Una cosa verdaderamente maravillosa acerca de estos relatos bíblicos es que no son historias de lo que es posible para algunas personas, pero para otras no. Jesús abrió su ministerio con palabras conmovedoras para todos, tanto los poderosos como los impotentes: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Y concluyó su ministerio con la promesa de que sus seguidores serían capaces de hacer las obras que él hizo (véase Marcos 16:17, 18). También dijo: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16). Este Consolador, esta ley de Dios, la Verdad, no es algo que tratamos de usar para obtener más armonía. Más bien, nos muestra que Dios siempre se está expresando en la armonía llamada cielo, y que nadie se queda fuera de esto de ninguna manera.
En los tiempos modernos, Mary Baker Eddy descubrió la eficacia y la inmediatez del poder de Dios en toda la plenitud de Su provisión, incluyendo la salud y toda capacidad. A través de su propia curación y al sanar a otros, ella sabía que Jesús nos había mostrado cómo son las cosas en realidad. Y con humildad y valentía estableció una iglesia “destinada a ser edificada sobre la Roca, el Cristo; o sea la comprensión y demostración de la Verdad, la Vida y el Amor divinos, sanando y salvando al mundo del pecado y de la muerte; para así reflejar, en cierto grado, la Iglesia Universal y Triunfante” (Mary Baker Eddy, Manual de La Iglesia Madre, pág. 19).
¡Salvando al mundo! Nada ni nadie se queda fuera de eso. Algo que he disfrutado profundamente de esta idea de Iglesia es que es verdaderamente espiritual —no está limitada por el tiempo o la arquitectura— es que siempre puedo practicar la “iglesia viviente”, con toda su inclusión y promesa de salvación igual para todos. Puedo dejar que el poder sanador de Dios brille a través de mis acciones y mi enfoque.
Recientemente, mi familia estaba esperando para abordar un transbordador para cruzar de un país a otro. Al considerar la fila de autos delante de nosotros, así como los que estaban detrás, comencé a preocuparme por las perspectivas de todos para subir al barco. Pero al considerar la naturaleza de Dios, sentí la fuerte certeza de que había bastante espacio, de que la provisión era suficiente para todos. Dios no me aseguró específicamente que mi auto subiría al barco, sino simplemente que había suficiente provisión, una certeza mucho más inclusiva. Sabía que mi función era estar de acuerdo con esto y pasar el resto de mi tiempo pensando a partir de esta premisa. Bueno, no solo subimos al barco, sino que también lo hicieron todos los autos en el estacionamiento detrás de nosotros. Y fue un viaje verdaderamente hermoso a través del mar. La atención profundamente arraigada en la presencia de Dios había ajustado toda mi perspectiva para ver con más claridad lo que realmente estaba sucediendo.
Este mismo ajuste de pensamiento es lo que respalda toda la curación que la Ciencia Cristiana promete para todos. En lugar de cambiar una mala situación en una buena, la oración ajusta nuestro sentido de lo que realmente está sucediendo en primer lugar. La promesa constante de Jesús fue que el cielo está aquí; nuestra función es reconocer esto, y si no podemos verlo, debemos estar dispuestos a arrepentirnos como dijo Jesús; a cambiar nuestro punto de vista y perspectiva. ¿Estamos insistiendo en un juego de suma cero, en el que unos consiguen lo que quieren y otros pierden en un ámbito en el que no hay suficiente? ¿O estamos poniendo nuestro peso del lado de honrar la omnipresencia del cielo y su infinita provisión?
Hace años, estaba enseñando a una niña en la Escuela Dominical y ella me informó que su hermano mayor no se sentía bien y que estaba con su madre en la iglesia. Pasamos un tiempo maravilloso considerando juntos que el amor debe ser la esencia de la oración por los demás. Ella me aseguró que amaba a su hermano, y juntos nos dimos cuenta de que Dios también amaba a su hermano. Y allí mismo, en la iglesia, estaba disfrutando de las oraciones por la congregación de los asistentes a la iglesia y podía sentir el amor sanador de su Padre-Madre Dios. En una tarjetita, la niña escribió: “Querido hermano, te sanaré”. Continuamos reflexionando sobre ese amor maravilloso y sanador de la Iglesia y la propia capacidad de la niña para orar con eficacia sabiendo que la presencia sanadora de Dios proporciona todo el cuidado que necesitamos. Después de la Escuela Dominical, nos encantó descubrir que su hermano había sanado por completo durante el servicio.
Esta misma ley de provisión gobierna todos los aspectos de la vida. Podemos tomarle la palabra a Jesús cuando declara la presencia del cielo, con todo lo que eso implica. No necesitamos estar de acuerdo con una visión del mundo que requiere límites de ningún tipo. Comenzar con la premisa correcta nos mantiene receptivos a ver y experimentar la provisión de curación del cielo ahora.
