He tenido muchas curaciones físicas, pero hay una en particular que me llevó a comprender mejor la verdad de mi ser como hijo de Dios.
Un día, cuando estaba en mi trabajo, bajando las escaleras para salir del edificio, de pronto me resbalé y me torcí el tobillo. Pude hacer mi recado y regresar a mi oficina. Pero unas horas más tarde, cuando llegó el momento de irme a casa, el tobillo me empezó a doler.
Cuando llegué, le conté a mi esposa lo que había sucedido, así que ella comenzó a orar por mí. Me dio Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de Mary Baker Eddy, y ambos leímos “la declaración científica del ser” de la página 468, que comienza: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia”. Y concluye: “El espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual”.
Mi esposa y yo oramos juntos con las ideas espirituales de esta declaración. Me declaré a mí mismo como la imagen y semejanza de Dios y, por lo tanto, mi ser siempre está intacto. Como hijo de Dios, expreso perfección, y no hay ninguna parte de mí que pueda estar herida o dolorida; no puedo apartarme de la perfección espiritual que constituye mi ser.
Después de afirmar y comprender esto, me sentí en paz, y más tarde en el día no sentí más incomodidad. Le dije a mi esposa que ya no me dolía el tobillo y salté de felicidad. Para mí, fue una gran y rápida curación.
José Antonio Andrade Rubio
Culiacán, México