Hace años trabajé como niñera para una familia que tenía una perrita. Un lunes por la tarde, al levantarla de una cama, me mordió con fuerza en el puente de la nariz. Me impactó, ya que estaba acostumbrada a que la tocaran y nunca antes había reaccionado de esa manera conmigo.
Sintiéndome mareada y temerosa de perder el conocimiento, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara mediante la oración. Tan pronto como me comuniqué con ella, el miedo a perder el conocimiento desapareció y el mareo se desvaneció rápidamente.
El tema de la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana de esa semana era “Dios”, y contenía varias referencias al rostro, que la practicista me leyó de la Biblia y de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy. Una en particular se destacó: “Cuando dijiste: Buscad mi rostro, mi corazón te respondió: Tu rostro, Señor, buscaré” (Salmos 27:8, LBLA). Buscar el rostro de Dios es buscar la fuente divina de nuestro propio ser, que no ha sido tocada por las llamadas creencias mortales, incluida la imprevisibilidad o la violencia.
La practicista me animó a dejar de repetir mentalmente el incidente. En cambio, debía reemplazarlo con los hechos espirituales acerca de mí y la perra como creaciones de Dios, siempre en armonía entre sí.
No obstante, mientras me limpiaba la cara, me alarmé al ver la gravedad de las heridas. Los padres que me habían contratado se ofrecieron amorosamente a pagar las facturas médicas, ya que existía la preocupación de que necesitara puntos de sutura. Les agradecí por su amable ofrecimiento, pero les aseguré que confiaba en que la Ciencia Cristiana me sanaría.
A esta altura, tenía considerable dolor y el sangrado continuaba. Me puse en contacto con una enfermera de la Ciencia Cristiana, quien limpió y vendó las heridas más a fondo, sin usar antisépticos ni medicamentos. Ella estaba completamente tranquila a pesar de mi apariencia física, y su obvia confianza en la curación espiritual aumentó la mía. Después de sus cuidados, el dolor y el sangrado se detuvieron.
Agradecida por este progreso, regresé a casa. Sentí la tentación de irme a dormir, pero en lugar de eso me senté con la Biblia y Ciencia y Salud. Estudié la Lección Bíblica y aprecié más plenamente los pasajes que habían compartido conmigo ese mismo día. Ya no me sentía somnolienta, sino que estaba ansiosa de seguir estudiando.
Recurrí al capítulo “Los frutos” en Ciencia y Salud, donde las personas relatan curaciones que experimentaron a través de la lectura del libro. “Un caso de cirugía mental” relata la curación de un brazo roto en una tarde (véase pág. 606). Esta curación me impresionó profundamente. Comprendí que la curación divina obra en contra de la ley material, no con ella. Ciencia y Salud instruye: “De ninguna manera es científicamente cristiano pensar en ayudar al Principio divino de la curación o tratar de sostener el cuerpo humano hasta que la Mente divina esté preparada para atender el caso. La divinidad siempre está preparada” (pág. 458).
Fui a trabajar al día siguiente, pero comencé a sentir un dolor recurrente en la herida, así como dolor de cabeza. Llamé a la practicista, quien notó que yo parecía estar más preocupada por la perra que por mí misma. Tenía razón; yo la quería y estaba preocupada por ella. A esta pequeña mascota nunca se le permitía estar cerca de otros perros porque actuaba de manera agresiva y el entrenamiento no había hecho mucha diferencia en su comportamiento. La familia pensaba que provenía de un entorno abusivo, y después de este incidente surgió la preocupación de que estuviera presente donde había niños. Yo no solo necesitaba abordar el temor sobre mí misma, sino también el miedo por la perra.
Consideré la siguiente idea del libro Escritos Misceláneos 1883-1896 de la Sra. Eddy: “En su génesis, la Ciencia de la creación se describe en orden matemático, comenzando con la forma más baja y ascendiendo la escala del ser hasta llegar al hombre” (pág. 57). En Génesis 1:26 leemos que Dios le da al hombre dominio sobre toda Su creación, incluidos los animales. Este dominio no es la dominación de una criatura mortal sobre otra, sino más bien el resultado de la comprensión espiritual de que la creación divina es armoniosa y pacífica.
Isaías 11:6 se refiere a este reino pacífico: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará”. Al orar con estos pasajes, me di cuenta de que es divinamente imposible que una de las ideas espirituales de Dios cause daño a otra. Rápidamente, el dolor y la jaqueca desaparecieron, para no volver jamás.
Un artículo en el Journal que examinaba la creación divina me ayudó a seguir contradiciendo la imagen material de un animal asustado y un ser humano herido (véase Barbara Cook Spencer, “God's law of ascending order”, July 2014).
En ese momento, yo estaba sirviendo como Primera Lectora en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. El miércoles por la tarde me reuní con la enfermera de la Ciencia Cristiana, quien me ayudó a cambiar los vendajes y a limpiarme la cara. Nos regocijamos por el obvio progreso que se había logrado. Las heridas estaban completamente curadas o cerrándose rápidamente. Me quitaron los vendajes y solo me pusieron un pequeño trozo de cinta adhesiva en la nariz. Esa noche dirigí la reunión de testimonios del miércoles por la noche, como de costumbre. Los asistentes al servicio no notaron nada inusual en mi rostro.
Esta declaración de Ciencia y Salud fue una dulce promesa al considerar mi intachable integridad espiritual como hija de Dios: “La Ciencia divina del hombre está tejida en una sola tela consistente, sin costura ni rasgón” (pág. 242). Para el domingo, yo estaba conduciendo el servicio sin ningún vendaje y el Segundo Lector no pudo ver ninguna evidencia de la mordedura. Estaba profundamente agradecida por la completa curación, sin cicatrices.
No fui la única que sanó. Un veterinario determinó que la perra no era una amenaza y permaneció en la casa. Comencé a llevarla al parque para perros, donde jugaba con otros perros de manera adecuada, libre de sus antiguos problemas de comportamiento. Esta experiencia fue un hermoso ejemplo de la comprensión y demostración espirituales del dominio sobre toda la tierra que, como dice la Biblia, pertenece al hombre a imagen y semejanza de Dios.
Heather Whitmore
Millis, Massachusetts, Estados Unidos