“El gozo es una protesta”. Escribí esas palabras en una nota adhesiva hace unas semanas y la puse en el centro del espejo de mi baño. La puse allí para recordarme que incluso cuando las cosas se ven sombrías, el gozo espiritual es un poder sanador activo e imparable.
Luego sucedieron algunas cosas trágicas: un tiroteo masivo en mi estado y más noticias sobre privaciones inhumanas en zonas de guerra. ¿Quién puede estar alegre en medio del sufrimiento humano causado por un crimen atroz y por las guerras? Quería arrancar la nota del espejo y tirarla a la basura.
Pero después de un tiempo, me di cuenta de que este era el momento exacto para mantener el rumbo y practicar la verdadera y santa alegría, el gozo derivado del Alma, Dios.
Infinitamente tierna, esta alegría es mucho más que un estado de dicha personal generada humanamente. La alegría del Alma implica la profunda convicción de que el bien es supremo y está al alcance de la mano.
Este tipo de convicción santa cuyo origen es Dios tiene sus raíces en la comprensión de que el hombre es creado divinamente, totalmente espiritual, inocente, sano, completo y seguro. De esta base sólida como una roca surge la alegría que no ingiere una dieta diaria de desesperación. Simplemente no puede consumir esas cosas. El gozo del Alma, entonces, es totalmente capaz de afirmar este hecho espiritual radical proclamado en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “El mal no es supremo; el bien no está indefenso; ni son primarias las así llamadas leyes de la materia y secundaria la ley del Espíritu” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 207).
El gozo que se origina en Dios es constante. Refleja la luz pura de la Verdad. Y a menudo va acompañado de mensajes angelicales de Dios que, silenciosa y compasivamente, reparan los corazones rotos y sanan mentes y cuerpos. No hay un solo informe noticioso que pueda afectarlo, ni un solo pensamiento ansioso, ni una tormenta amenazante, ni un terror que pueda conmoverlo. Esto se debe a que el Alma, Dios, no ahonda en nuestros problemas mortales y trata de resolverlos con soluciones humanas limitadas.
En cambio, el Alma, por ser infinitamente inteligente y omnisciente, eleva cada pedido de ayuda muy por encima de las luchas humanas hacia “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7).
Como cualidad espiritual, el gozo es indispensable para protestar contra lo que la Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, llamó “la horrible farsa de la existencia material” (Ciencia y Salud, pág. 272), y afirmar lo que Cristo Jesús enseñó: la Verdad espiritual que nos hace libres. Esto cambia nuestro punto de vista y, por lo tanto, nuestras percepciones.
En un momento dado, hace algunos años, no me sentía muy feliz. Era un sombrío día de invierno. La fría luz del sol dibujaba sombras nítidas en el césped. El viento chillaba en las esquinas de la casa. Alguien a quien quería mucho estaba en problemas y no podía concentrarme en nada más. El miedo era como un tigre feroz acampado en mi sala de estar. Todo parecía abrumador, triste y desesperado.
Entonces, de pronto, comencé a cantar en voz baja. Era una melodía suave y espontánea, y al principio no la reconocí. Pero poco después recordé una estrofa del himno:
Luz de Verdad, alúmbrame,
y así Tus pasos seguiré.
Tú siembras gozo [santo] por doquier,
y a Ti jamás dejar podré.
(Simon Browne, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 39 © CSBD, según versión en inglés)
Era exactamente el mensaje que necesitaba: gozo santo.
Los himnos tienen mucho poder. Vienen de nuestro interior como una marea creciente, y elevan el pensamiento por encima del temor y el dolor en una corriente tierna y poderosa de la Verdad. Y estos presagios de alegría a menudo llegan justo cuando los necesitamos.
Al orar con ese himno, sentí que el poder de esa sagrada alegría echaba raíces en mi corazón y en mi mente. Lo llamé mi árbol del gozo santo. Durante las semanas siguientes, cada vez que surgía el miedo, lo enfrentaba con el poder de ese gozo santo e inquebrantable; y este trabajo produjo los frutos de la sensatez espiritual —lo opuesto de la creencia material— es decir, confianza, consuelo e iluminación. El miedo debilitante dio paso a la paz. A medida que prevalecía la alegría del alma, la desesperación se disipaba. Y mi ser querido estuvo a salvo.
Más recientemente, estuve orando por un problema de salud difícil y prolongado. En medio de la noche, después de sentirme un poco desesperada por tener que seguir orando, finalmente saqué mi himnario y comencé a leer en silencio algunos himnos.
Pero no fue suficiente. Necesitaba cantarlos. Necesitaba expresar la profunda protesta de la alegría. Así lo hice. Empecé a cantar, lentamente y en voz baja al principio, luego cada vez más fuerte. Y muy pronto estaba gritando hacia las ventanas en medio de la noche con un gozo santo.
Estaba aprendiendo que la alegría no es para los débiles de corazón. De hecho, practicar el gozo santo es una de las cosas más fuertes que podemos hacer. La alegría es una afirmación poderosa y continua del bien que es especialmente necesaria cuando las cosas se ponen difíciles. El hecho de reclamarla y expresarla marcó un cambio significativo hacia la curación física que finalmente experimenté.
Me encanta pensar en la alegría como lo que realmente es: nuestra resiliencia inherente. La alegría del alma sana nuestra tristeza. Elimina la desesperación del concepto que tenemos de nosotros mismos y de los demás, resiste la polarización y unifica familias, comunidades e incluso naciones. Destierra la pesadez, borra la depresión y disipa la bruma de la neblina mental y la enfermedad. Es un agente activo en la curación de las creencias materiales limitadas, incluyendo la enfermedad, el pecado y, en última instancia, la muerte.
Además, la alegría del Alma es un testigo incansable de la Verdad. No decae por el miedo, porque no adora en el altar de la desesperación. Tampoco guarda un lugar para el desaliento o la autocompasión.
Y aquí hay otra cosa que estoy aprendiendo: La alegría y la gratitud son las mejores amigas. Las he visto caminar de la mano por la calle. Tal vez tú también las hayas visto. Caminan juntas con total seguridad a través de los lugares oscuros del temor. Incluso las he escuchado reírse de las tormentas, y cabalgar con confianza los vientos más feroces con su otro compañero fiel: el valor.
Creo que voy a necesitar muchas más notas adhesivas.