A principios del verano pasado, el tema de la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana fue “Ciencia Cristiana”. Durante la semana había estudiado cuidadosamente la Lección, que se compone de pasajes de la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. La Sra. Eddy escribió que de estas Lecciones “depende grandemente la prosperidad de la Ciencia Cristiana” (Manual de La Iglesia Madre, pág. 31). Esta declaración siempre ha sido importante para mí, ya que indica el tremendo valor y autoridad de las Lecciones.
Una idea que había sido especialmente significativa para mí en la Lección era la necesidad de amarnos unos a otros, como parte de vivir y demostrar la Ciencia Cristiana. Incluía las palabras de Cristo Jesús: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34, 35). Y de Ciencia y Salud lo siguiente “El Amor inspira, ilumina, designa y va adelante en el camino” (pág. 454). Oraba profundamente cada día para abrir mi corazón a fin de comprender mejor y poner en práctica estas importantes citas.
Esa semana, tenía familiares de visita en la ciudad. El viernes por la noche, llevamos dos kayaks hasta la playa en el lago Michigan para pasar un rato divertido juntos. El agua estaba muy tranquila y el aire era cálido, lo que brindó una oportunidad perfecta para enseñarle a uno de mis jóvenes parientes a navegar en kayak.
En la playa había otro grupo grande de adultos y niños, jugando, hablando y divirtiéndose. Los adultos hablaban en un idioma desconocido para mí, y algunos estaban vestidos con ropas de una cultura diferente.
Mientras le daba a mi pariente algunos consejos sobre el kayak, uno de los hombres del grupo se acercó a mí y me preguntó dónde había alquilado los kayaks, ya que esperaba alquilar algunos para su grupo. Le expliqué que eran míos y que no había ningún lugar cerca para conseguir alguno a esa hora del día. Estaba decepcionado, pero comprendió.
Mi pariente y yo llevamos al agua nuestros kayaks y remamos a lo largo de la costa durante media hora más o menos. Cuando regresamos y subimos los kayaks a la playa, me di cuenta de que el grupo grande todavía estaba allí. Fue entonces cuando escuché la inspiración de Dios, del Amor, guiándome en cuanto a cómo amar a mi prójimo. Me acerqué a este grupo y les pregunté si les gustaría tomar prestados mis kayaks por un rato y probarlos. La respuesta fue un rotundo sí, y después de darles algunas instrucciones simples sobre el remo y el uso de chalecos salvavidas, me senté y los observé.
Durante más de una hora, los miembros del grupo se turnaron para remar cerca de la orilla, riendo, jugando, tomando fotos y videos, y divirtiéndose mucho. Finalmente, les hice saber que tenía que irme a casa. Cargué el primer kayak en mi coche y les dije que volvería en unos veinte minutos por el otro kayak, pero que mientras tanto podían seguir usándolo.
Cuando regresé, varias de las personas del grupo me estaban saludando y me pidieron que me tomara una foto con las mujeres y los niños parados en la orilla del agua, agrupados alrededor del kayak. Fue un momento conmovedor y especial con estas personas, que ya no eran extraños ni extranjeros, sino mi prójimo. Nos abrazamos y sonreímos a la cámara, y muchos expresaron su agradecimiento.
Cuando dos de los hombres me ayudaron a subir el kayak a mi coche y cargarlo, volvieron a decir lo agradecidos que estaban todos por la amabilidad que se les había mostrado. Mi respuesta inspirada, que surgió tan rápidamente que me sorprendió incluso a mí, fue que me habían enseñado a amar a mi prójimo, y que todos eran mi prójimo; por lo tanto, estaba feliz de compartir los kayaks con ellos. Los dos hombres se quedaron momentáneamente callados al oír esto, pero luego sonrieron ampliamente. Después de unos cuantos comentarios agradables, y un intercambio de nombres y apretones de manos, nos despedimos, como amigos y vecinos.
Conduje a casa con el corazón lleno de gratitud, porque sabía que había sido parte de una experiencia santa. En efecto, el amor había designado e iluminado, de manera inspirada y única, una oportunidad para que yo amara a mi prójimo. Mis humildes y sinceras oraciones de esa semana para comprender y demostrar más plenamente el significado del mensaje de la Lección Bíblica, y especialmente los pasajes citados anteriormente, dieron dulce fruto a través de esta experiencia sencilla pero conmovedora e impactante, para todos los que participamos.
A medida que ponemos nuestro corazón y pensamiento consagrado en el estudio de la Lección Bíblica semanal día a día, y oramos para poner en práctica sus enseñanzas inspiradas y espiritualmente poderosas, podemos regocijarnos en las oportunidades que se nos presentan para bendecir y abrazar a los demás. A través de nuestra fidelidad a estas Lecciones Bíblicas, ayudaremos a traer verdadera curación a un mundo que la necesita tan profundamente, y significativamente a mantener la prosperidad de la Ciencia Cristiana.