Al lado de la ventana donde trabajo en mi casa, el patio tenía una enorme depresión a principios de este año. Para arreglarlo esto, un día los jardineros simplemente echaron tierra encima. Se veía terrible.
Pero el césped no se entierra fácilmente; quiere crecer. A lo largo de las semanas que siguieron, observé cómo el césped desde abajo encontraba su camino hacia la superficie, buscando la luz del sol, atravesando la tierra poco a poco. ¡Y yo estaba mentalmente alentando al césped para que creciera!
Esto me hizo pensar en el apóstol Pablo en la Biblia. Es indudable que los primeros seguidores de Cristo Jesús no lo querían, porque los perseguía con tenacidad. Pero entonces él vio una luz —la luz de Dios— que literalmente lo cegó, y su visión fue sanada posteriormente por un seguidor de Jesús. Después de esta experiencia, Pablo comenzó a difundir el cristianismo con la misma tenacidad que una vez había usado para perseguir a los seguidores de Jesús, y se convirtió en responsable de una parte significativa del crecimiento inicial de la Iglesia Cristiana.
Podríamos decir que antes de su transformación, Pablo se comportaba como una mala hierba: salvaje y perturbadora. Después de eso, se parecía más a un césped listo para ser cultivado con un propósito bueno y claro.
La verdadera naturaleza de Pablo, el hombre que Dios hizo, no había cambiado. No obstante, la luz divina había cambiado la perspectiva que Pablo tenía de sí mismo y de los que lo rodeaban. Parece que llegó a verse a sí mismo no como una fuerza destructiva, sino como una herramienta unificadora de Dios, del bien.
Si miramos a los demás —o incluso a nosotros mismos— y nos cuesta ver el bien que Dios creó, nuestra perspectiva también puede cambiar. Incluso donde posiblemente veamos tendencias perturbadoras o destructivas, la luz de Dios puede mostrarnos la pureza y el valor de lo que Él ha hecho: Dios nos ha creado a todos como Sus hijos amados, vehículos de alegría y salvación. Como creación del Espíritu divino, en realidad somos espirituales e inherentemente buenos.
Esta verdadera naturaleza espiritual permanece intacta, independientemente de las circunstancias o perspectivas humanas. Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, lo expresa de esta manera en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “En la medida en que la declaración científica acerca del hombre es comprendida, puede ser comprobada y sacará a luz el verdadero reflejo de Dios: el hombre verdadero, o el nuevo hombre (como lo expresa San Pablo)”.
Podemos volcar la “tierra fértil”, o la receptividad, donde nuestra perspectiva de nosotros mismos y de los demás parece negativa. La luz de Dios brilla constantemente, nos llama a todos a salir de las tinieblas, y nos muestra el camino. Y podemos alentar a nuestra verdadera naturaleza —nuestra naturaleza espiritual— para que se haga más evidente. Todos tenemos una receptividad innata a la luz de la Verdad, un nombre bíblico para Dios, y podemos cultivarla para hacer que sea nuestra práctica diaria voltearnos hacia esta luz, incluso cuando las tinieblas parecen oscurecer la realidad de la creación de Dios.
He estado pensando en esta lección en mis oraciones sobre el clima político de mi país, donde gran parte del esfuerzo parece estar en “eliminar” a otros o “cubrirlos de tierra”. La luz de Dios es lo suficientemente poderosa como para hacer crecer césped metafórico a través de la tierra, reemplazando los rasgos humanos semejantes a la mala hierba por el conocimiento de la naturaleza más elevada de todos como hijos de Dios. Dios es en realidad el único creador y poder verdadero en el universo, sin el cual nada existiría.
En cuanto a la escena desagradable fuera de mi ventana, no solo se ha convertido una vez más en un hermoso jardín, sino que ya no tiene una depresión.
Ahora estoy gastando más de mi energía mental alentando al césped para que encuentre la luz, metafóricamente hablando, en lugar de esperar que la tierra desaparezca. Esto ha sido especialmente útil durante este ciclo electoral: la oración me ha liberado del tipo de ansiedad, temor e ira que se habían colado durante las temporadas electorales anteriores.
Esto me ha permitido comprender y aprender de una variedad de perspectivas acerca de los desafíos que enfrenta mi país. Y lo que es más importante, me he sentido más capaz de orar y comprometerme con estos temas, en lugar de reaccionar negativamente.
Estoy orgulloso de haber votado en las recientes elecciones por el candidato de mi preferencia. Pero sabía que, independientemente del resultado, mi oración siempre es reconocer la presencia y el poder de Dios, y la capacidad que Él nos ha dado a todos para verlos.
Publicado originalmente en la columna Christian Science Perspective de The Christian Science Monitor el 23 de octubre de 2024.