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Original Web

Para jóvenes

Sané de trastorno bipolar

Del número de marzo de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 28 de marzo de 2024 como original para la Web.


En mi primer año de universidad, me enteré de algunos problemas importantes del mundo que realmente me perturbaron. Al sentir que había perdido toda esperanza, sufrí un colapso mental y amenacé con acabar con mi vida.

Durante los meses siguientes, estuve en varios hospitales y alojamientos diferentes. Me diagnosticaron trastorno bipolar y me recetaron diversos medicamentos para tratar los síntomas agresivos. Aunque a veces me exigían que tomara las pastillas, me resistía, porque no me gustaba cómo me hacían sentir. 

 Desde niño había asistido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, así que también recurrí a la Ciencia Cristiana en busca de ayuda en varias ocasiones durante este período. Llamé a varios practicistas de la Ciencia Cristiana y todos fueron de gran ayuda. Pero no siempre era receptivo.

Después de regresar a casa, volví a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana local. Mi maestro estaba sorprendido por la forma en que actuaba, tan diferente a mí mismo. Me conocía bien, y se negaba a creer que el Andy que recordaba pudiera exhibir este comportamiento perturbador. 

Estoy convencido de que su compromiso de verme como realmente soy —de ver mi naturaleza y carácter espirituales y verdaderos— aceleró mi progreso. Para el domingo siguiente, yo estaba más tranquilo y más receptivo a las ideas espirituales. Este fue un punto decisivo para mí.

Una idea que me venía con frecuencia al pensamiento durante este tiempo era algo que Mary Baker Eddy escribió: “Si deseáis ser felices, abogad con vosotros mismos en favor de la felicidad; defended el lado que deseáis que triunfe, y tened cuidado de no razonar de ambos lados, o de abogar más por el pesar que por la alegría” (La curación cristiana, pág. 10). La tristeza parecía muy atractiva en ese momento porque me permitía ser una víctima y culpar al mundo por mis problemas. Sin embargo, me di cuenta de que quería ser feliz. Después de todo, ¿quién quiere realmente estar triste?

Pensé mucho en esto y en cómo necesitaba argumentar activamente —abogar espiritualmente— a favor de mi propia felicidad. Para mí, esto significaba comprender que realmente soy feliz porque Dios, que es del todo bueno, me hizo a Su imagen (véase Génesis 1:27). La alegría no es una emoción temporal; es una cualidad que nos pertenece permanentemente como reflejo de Dios. Cuanto más pensaba en esto, más luz podía ver a través de la oscuridad.

También me di cuenta de que quería volver a la escuela, estar con mis amigos y terminar mi carrera; y sabía que eso era posible. La mejoría no ocurrió de la noche a la mañana, pero para el final del verano estaba completamente libre de los síntomas y lo he estado desde entonces, hace más de una década. Fui admitido de nuevo en mi universidad e incluso pude graduarme con mi clase.

Este pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por la Sra. Eddy, arroja luz sobre cómo fui sanado: “La ignorancia y la creencia falsa, basadas en un sentido material de las cosas, son las que ocultan la belleza y la bondad espirituales. Comprendiendo esto, Pablo dijo: ‘Ni la muerte, ni la vida,... ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios’. Esta es la doctrina de la Ciencia Cristiana: que el Amor divino no puede ser privado de su manifestación, u objeto; que el gozo no puede ser convertido en pesar, pues el pesar no es el amo del gozo; que el bien nunca puede producir el mal; que la materia nunca puede producir la mente ni la vida resultar en muerte” (pág. 304).

Ahora comprendo mucho mejor que la tristeza no es más poderosa que la alegría y que nada puede separarme, ni a mí ni a nadie, del amor de Dios. Y si me siento triste o abrumado por los acontecimientos del mundo, recuerdo que Dios es constante e infinitamente bueno. Por lo tanto, la realidad espiritual de las cosas —la bondad de la creación de Dios— siempre está presente. Puedo verlo al volverme a Dios en oración y reconocer lo que sé que es verdad.   

Estoy muy agradecido por todos los que me apoyaron durante este momento difícil. También estoy agradecido por Jesús, quien demostró que la curación siempre es posible y por la Sra. Eddy, que descubrió la Ciencia que nos muestra cómo hacerlo.

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