“¡Oh no!”, exclamó mi esposo consternado. “¡Mi reloj tiene una rajadura justo en medio de la esfera!” Todos miramos, y allí estaba, una rajadura oscura y profunda que arruinaba la apariencia de su bello reloj pulsera. “¿Cómo habrá ocurrido esto?”, nos preguntamos todos.
Pasamos veinticuatro horas creyendo que el reloj de mi esposo estaba dañado y tratando de decidir cuándo lo mandaríamos a arreglar. Entonces, por la noche él volvió a mirar el reloj, pero esta vez más cuidadosamente, y dijo “Saben una cosa, ¡creo que es solo una marca!”. Lo frotó con un paño y la esfera del reloj quedó como nueva.
Declaremos con firmeza que Dios, el Principio divino, gobierna nuestro ser.
Hay otras formas en que podemos ser engañados, en cosas mucho más importantes. Por ejemplo, ¿no somos todos tentados al enfrentarnos con la evidencia de una enfermedad, accidente o cualquier otra situación discordante, a inmediatamente tratar de explicar o cuestionar porqué sucedió eso y lo que va a ocurrir? ¿Cuántas veces miramos la evidencia de una enfermedad en el cuerpo o en una situación en nuestra vida y la aceptamos como si fuera verdadera, como algo que tenemos que cambiar?
Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana están basadas en la verdad que revela la Biblia de que el hombre está hecho a la imagen y semejanza perfecta de Dios, pura e impecable. Él no es un mortal vulnerable sujeto a discordancias de todo tipo. Cuando enfrentamos cualquier situación desagradable o perjudicial, podemos elevar nuestro pensamiento por encima de la evidencia que tenemos delante y reconocer que Dios, la Mente divina, tiene el control, y nos mantiene en Su amor. Todo aquello que es desemejante a Dios desaparece cuando reconocemos nuestra naturaleza verdadera y perfecta, y comprendemos que la discordancia jamás tuvo ninguna realidad o lugar en nuestra experiencia o en nuestra verdadera existencia porque Dios, el único creador, nunca hizo que existiera.
En lugar de vernos a nosotros mismos materialmente, declaremos con firmeza que Dios, el Principio divino, gobierna nuestro ser, y expresa dentro de nosotros integridad, salud, percepción espiritual y acción perfecta. Este es el modo cristiano de sanar.
