En agosto pasado, durante mis vacaciones, conduje a través de Texas, que en los últimos meses ha sufrido graves condiciones de sequía. Además de eso, casi todos los días durante las semanas anteriores habían tenido temperaturas de más de 38 grados centígrados. Mientras conducía por el Panhandle inferior, hacía aún más calor que cuando salí de Dallas, donde vivo. Una estación de servicio no pudo dejarme usar su baño porque no tenían suficiente agua.
He tenido muchas curaciones mediante el estudio de la Ciencia Cristiana, y aunque incluso logré liberarme de serios desafíos físicos, la verdadera curación estuvo en la espiritualización del pensamiento; en alcanzar la comprensión más elevada de que Dios es la Mente infinita y gobierna el universo en perfecta armonía. Sabiendo esto, razoné que la sequía no era más real que cualquier enfermedad con la que hubiera lidiado. Si todo lo que es real es creación de la Mente, entonces la armonía tiene que ser universal.
Una descripción bíblica de la armonía universal es “el reino de Dios” (Mateo 6:33). Demostrar este reino con respecto a la sequía en el norte de Texas es aplicar la ley de armonía de Dios, la cual corrige el falso concepto, la sequía, dondequiera que aparezca. Si el hecho espiritual es cierto en el norte de Texas, es cierto en cualquier lugar, y viceversa. Sería un error sentirse privado o envidioso porque llueve “allá” pero no “aquí”. Tampoco es correcto orar por la lluvia “aquí” y contentarse con que no llueva “allá”. Esa no es la ley de la armonía universal de Dios. La Ciencia Cristiana rechaza la noción de que el reino de Dios es local o regional. La armonía opera localmente porque es universal. Puesto que la ley de Dios es universal, la armonía que existe en un lugar es el resultado de una ley universal que produce armonía de manera confiable en todas partes.
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