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2025

A través del dedicado estudio de Ciencia y Salud y la Biblia, todos pueden aprender a sanarse a sí mismos y a los demás. Las últimas cien páginas de Ciencia y Salud contienen testimonios de personas que sanaron con solo leer el libro de texto.

Estoy muy agradecida por todas las bendiciones que he recibido desde que conocí la Ciencia Cristiana y profundicé en la Verdad divina. Si alguien me pregunta qué significa la Ciencia Cristiana para mí, diré que la libertad absoluta. Encontrarla me cambió la vida.

Manifestar paciencia, escuchar y cooperar unos con otros convirtió ese evento devastador en un tiempo de desarrollo espiritual.

Esta experiencia me hace pensar en estas palabras: “Cuando despertemos a la verdad del ser, toda enfermedad, dolor, debilidad, cansancio, pesar, pecado, muerte serán desconocidos y el sueño mortal cesará para siempre” (Ciencia y Salud, págs. 218-219).

Me mantengo alerta durante todo el día a los pensamientos de incertidumbre, temor y angustia que me llegan de la forma de pensar del mundo. Al seleccionar y admitir solo los pensamientos que provienen de Dios, el bien, no me dejo engañar por la discriminación, el racismo, la intolerancia o la violencia, sabiendo que estos errores no me pertenecen a mí ni a mi prójimo, porque no son de Dios.

Se ha vuelto cada vez más claro para mí que no estamos gobernados por leyes sobre el sueño o el tiempo, ni por ninguna otra de las llamadas leyes materiales que sugieren limitaciones o el bien restringido.

La Ciencia Cristiana enseña la importancia de apartarse del miedo en las crisis de salud. Hacerlo nos permite mantenernos conscientes de la verdad y aprovechar más la omnipotencia y omnipresencia de la bondad de Dios.

Qué regalo de Navidad más práctico son estos pensamientos para reconocer la naturaleza eterna de las creaciones de Dios y liberarnos de la mentira del envejecimiento en la vida cotidiana.  

La Ciencia Cristiana se ha convertido en mi forma de vida. Me ha enseñado que Dios, el Amor infinito, es puro y perfecto, y que reflejamos la bondad de Dios. Por lo tanto, no podemos tener nada desemejante a Él.

Cuando entré a mi lugar de trabajo y me encontré con mi compañera, sentí un profundo amor por ella. Cuando me vio, me saludó con mucho cariño, y hablamos naturalmente. Esta experiencia me ayudó a entender que jamás había sido herida por nadie.

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

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