Desde la infancia, me animaron a ir al dentista cada seis meses, pero no lo hice. Iba solo cuando tenía dolor de muelas. Desafortunadamente, esto sucedía cada uno o dos años y siempre llevaba a tratamientos más o menos dolorosos. Después de encontrar la Ciencia Cristiana y haberla practicado durante varios años, supe que era hora de abordar esto a través de la oración.
Una vez, tuve un fuerte dolor de muelas y comencé a afirmar que Dios no lo había causado. Dios me había hecho perfecto y sin dolor, por lo que mis dientes solo podían estar sanos. Nada cambió, así que temí que tendría más caries. Entonces me vino el pensamiento: “Aprende qué son los dientes”. Todo lo que Dios hizo es perfecto, espiritual e indestructible, y Él lo hizo todo. Los dientes en realidad representan la sustancia y la única sustancia es el Espíritu, Dios. Y puesto que el Espíritu es perfecto y eterno, es imposible que el Espíritu o su expresión se deterioren o se inflamen.
Pero el dolor no disminuyó. Era obvio que se necesitaba algo más. El Amor, Dios, era la clave. Inmediatamente oré diciendo: “El Amor me rodea”; “El Amor me sostiene”; “El Amor me guía”; “El Amor está presente”. Oré y reflexioné profundamente sobre estas breves frases durante algún tiempo, sin permitir que ningún otro pensamiento ni distracción entraran en mi consciencia. Entonces, de repente, sentí una profunda calma y paz. El dolor desapareció y no he tenido más dificultades con mis dientes durante más de 25 años.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!