Para jóvenes
Tal vez nos sintamos abrumados por una sensación de desesperación, tristeza y vulnerabilidad cada vez que reflexionamos más profundamente o nos mantenemos al tanto de las noticias de hoy. Estoy en la universidad, y como estudio los conflictos económicos y sociales de América Latina, empecé a sentirme algo desesperada.
En la Biblia leemos que cuando Jesús fue arrestado, Simón Pedro estaba presente y tenía una espada, así que la sacó y le cortó la oreja a Malco, el siervo del sumo sacerdote. Entonces Jesús le dijo a Pedro: “Mete tu espada en la vaina” (véase Juan 18:1–11).
Desde que era muy joven, disfrutaba mucho de tener amigos con quienes compartir, salir, y disfrutar de la vida. Me alegraba encontrarme con personas con quienes conectaba personalmente y con quienes podía establecer amistades duraderas.
Como todas las mañanas, yo tenía que prepararme para ir al colegio; estaba en la escuela secundaria en ese momento. Pero había pasado muy mal la noche.
Desde septiembre de 2014 comencé un estudio de un año en el extranjero, en la Universidad de Múnich, Alemania. Ya en el primer mes, tuve de inmediato muchas oportunidades de saber más acerca de Dios, de poner en práctica lo que estaba aprendiendo, y obtener curación.
Desde chica asistí a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, donde me encantaba aprender sobre mi identidad espiritual y que Dios siempre me mantiene protegida y a salvo. Todas las mañanas estudio la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana, y oro por mí misma, sabiendo que solo Dios me dirige y gobierna.
En el año 2010, cuando aún vivía en Río de Janeiro, Brasil, tuve la oportunidad de pasar el mes de junio en los Estados Unidos. Entre otras actividades, visité una universidad a la que estaba interesada en asistir, en el estado de Illinois.
Cada día, al levantarme siento que Dios está conmigo, que me está cuidando y demostrándome que estoy protegido. No tengo que tener miedo de que algo malo pueda pasarme.
En mayo de 2013, tuve la maravillosa oportunidad de viajar a Tibet, en China. Oré mucho mientras me preparaba para realizar el viaje, y recibí una inspiración tras otra.
Era época de mangos, y yo estaba deseando comer algunos. En la subdivisión donde vivía, había un árbol de mango alto, y una mañana, vi que había dos mangos maduros en una de las ramas más altas, así que decidí trepar el árbol y recoger la fruta.