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Para jóvenes

Hice el examen sin temor

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 20 de noviembre de 2017


En el segundo semestre de mi onceavo grado en el bachillerato, mi clase de pre-cálculo se volvió más difícil, y me costaba mucho comprender el material. Así que empecé a dedicar más tiempo para estudiar. Veía clases por Internet y asignaba a mis notas colores especiales para poder comprender mejor la materia. Para cuando llegó el momento de la prueba, me sentía orgullosa del trabajo extra que había hecho, y estaba definitivamente preparada para responder las preguntas.

La prueba fue tal como yo esperaba, y mi confianza fue en aumento con cada problema que respondía correctamente. No fue sino hasta que había contestado la mitad de las preguntas que miré mi reloj por primera vez. Me asustó ver ¡que solo quedaban unos cinco minutos! Traté de mantenerme tranquila y concentrarme en la prueba, pero parece que el tiempo pasó muy rápido y solo pude contestar un par de preguntas más.

Cuando la maestra de matemáticas recogió mi prueba, comentó que yo habría terminado si “hubiera estudiado el material”. Sorprendida y herida, pasé el resto del período tratando de ocultar mis lágrimas para que mis compañeros no las vieran. Durante el resto de la semana escolar, pretendí que nunca había tenido la prueba, y que no me importaba para nada que me dieran una mala nota.

Sin embargo, cuando la maestra nos dio la opción de volver a dar la prueba, tuve una lucha interior. Para darla tendría que hacer más tarea, y dedicar parte de mi tiempo libre después de la escuela para tomar clases. ¿Acaso valía la pena volver a dar la prueba? Después de todo, yo ya había decidido que no me importaba tener una mala nota.

Me di cuenta de que la única forma de poder avanzar era orar, porque realmente no quería ceder a la apatía o al resentimiento. Yo quería escuchar la dirección de Dios. Mientras oraba me vino al pensamiento este pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Cada etapa sucesiva de experiencia revela nuevas perspectivas de la bondad y del amor divinos” (Mary Baker Eddy, pág. 66).

Sabía que parte de ver y expresar la bondad de Dios incluía hacer todo lo que necesitaba para avanzar en mi carrera académica. El paso correcto dirigido por Dios era demostrar que yo, de hecho, sí sabía el material de la prueba. Al hacerlo, estaría reflejando la cualidad espiritual de la inteligencia ilimitada, que proviene de Dios y que todos expresamos.

 Después de este discernimiento espiritual, me resultó fácil hacer la tarea extra y tomar clases particulares. Me sentía muy bien preparada para dar la prueba nuevamente, y el rencor hacia mi maestra de matemáticas también empezó a desaparecer.

Sin embargo, el día de la prueba, tuve que enfrentar un inesperado ataque de ansiedad. Comencé a sentir una vez más los mismos temores por el tiempo, y a preocuparme de que nuevamente no podría terminar la prueba. Pensé que, si ese era el resultado de dar la prueba otra vez, entonces toda la preparación que había hecho habría sido en vano.

Sentada en la clase, esperando que repartieran la prueba, oré para calmar mi pensamiento. Mientras oraba, me vino una idea sorprendente. Me di cuenta de que el hecho espiritual era que yo existía en el universo perfecto de Dios, el cual no conoce estructura alguna como es el tiempo. De manera que no había ningún temor, limitación u obstáculo que pudiera impedir que yo expresara a la Mente infinita.

No fue sino hasta que terminé la prueba que miré el reloj por primera vez. Me sorprendió ver que todavía quedaban por lo menos diez minutos, ¡algo que jamás me había ocurrido antes en una prueba de matemáticas! Sabía que esto se debía a que estaba consciente de que yo existía en la infinitud de Dios, que no tiene conocimiento del tiempo.

Esta experiencia me abrió los ojos y comprendí que la oración es realmente eficaz para combatir la ansiedad de hacer una prueba. Después, pude dar otras pruebas, como los exámenes de Colocación Avanzada, con armonía y tranquilidad. Estoy muy agradecida por la Ciencia Cristiana, y por la fortaleza que nos da para enfrentar y sanar nuestros temores.

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