Relatos de curación
Ya es tiempo de reconocer por escrito las bendiciones que he recibido del estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana. Durante muchos años, lo más valioso en mi vida ha sido ser miembro de La Iglesia Madre y de varias iglesias filiales en diferentes ocasiones.
Con profunda gratitud por la omnipresencia del Amor divino, que gobierna y protege nuestros pasos humanos, comparto este testimonio. En una ocasión, mi hermana, mi hija y yo íbamos en un viaje de observación de animales de caza en una reservación en Africa del Sur, cuando nuestro automóvil se descompuso.
El aprender las verdades de la Ciencia Cristiana desde mi niñez, fortaleció en mí la comprensión de mi relación con Dios, y más tarde fue para mí una bendición en momentos de gran necesidad. Fui guiado por padres afectuosos y dedicados maestros de la Escuela Dominical, también tuve y presencié muchas curaciones físicas realizadas únicamente por medio de la oración.
Por ocho años sufrí de lo que había sido diagnosticado como una úlcera sangrante. Había tomado cada medicamento conocido para úlceras durante esa época, pero no me sentía mejor.
Hubo un momento hace muchos años, en que vivía en circunstancias personales muy difíciles, con muchos problemas. Mi hogar estaba situado en el desierto del sudoeste de los Estados Unidos.
Conocí la Ciencia Cristiana hace muchos años cuando mi pequeño hijo estaba sufriendo de ataques epilépticos. Vivíamos en una granja, y cuando tenía los ataques lo llevaba de inmediato al médico.
Uno de los problemas que tal vez tengan los estudiantes de Ciencia Cristiana sea decidir precisamente sobre qué curaciones van a escribir. Por mi parte, estoy agradecida por la dedicación de mis padres a la Ciencia y por las curaciones de que fui testigo en sus vidas.
En 1956, mi esposo me trajo un ejemplar de la edición en alemán de El Heraldo de la Ciencia Cristiana que había encontrado en una feria comercial. Las ideas espirituales que presentaba esta pequeña revista despertaron en mí un gran deseo de leer Ciencia y Salud por la Sra.
Después de la Segunda Guerra Mundial, fui prisionero político bajo el régimen totalitario que estaba entonces en el poder en mi país natal. Yo había sido el jefe de un grupo de oposición.
El hombre — la imagen y semejanza de Dios — tiene una relación indestructible con El. Estoy agradecido por haber demostrado, una y otra vez, que el apoyarse en esta verdad siempre resulta en bendiciones.