¡Vaya y lea el Salmo noventa y uno! Eso fue lo que me dijo el practicista de la Ciencia Cristiana.
Mis padres se habían divorciado; yo no conocía a mi padre. Varios miembros de mi familia habían estado o estaban enfermos; había mucha preocupación y tristeza en la familia. Yo anhelaba poderlos consolar, pero al mismo tiempo me sentía abandonada y sola, y me había separado de la gente. Luego estuve obsesionada con la idea de que debía mantenerme delgada; también fumaba y era muy ambiciosa.
Buscaba soluciones para mis problemas y deseaba poder entender a Dios. Empecé a trabajar de ayudante técnica médica, e inicié mis estudios de medicina porque deseaba poder ayudar a eliminar las enfermedades y darle a la gente lo que yo sentía que estaban buscando: amor.
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