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[Original en alemán]

¡Vaya y lea el Salmo noventa y uno!

Del número de agosto de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Vaya y lea el Salmo noventa y uno! Eso fue lo que me dijo el practicista de la Ciencia Cristiana.

Mis padres se habían divorciado; yo no conocía a mi padre. Varios miembros de mi familia habían estado o estaban enfermos; había mucha preocupación y tristeza en la familia. Yo anhelaba poderlos consolar, pero al mismo tiempo me sentía abandonada y sola, y me había separado de la gente. Luego estuve obsesionada con la idea de que debía mantenerme delgada; también fumaba y era muy ambiciosa.

Buscaba soluciones para mis problemas y deseaba poder entender a Dios. Empecé a trabajar de ayudante técnica médica, e inicié mis estudios de medicina porque deseaba poder ayudar a eliminar las enfermedades y darle a la gente lo que yo sentía que estaban buscando: amor.

En ese entonces me enfermé gravemente y estuve hospitalizada durante ocho meses sin ninguna mejoría. Entonces me di por vencida. Me pareció que había llegado el fin. Una amiga me sacó del hospital y me llevó a su casa. Esa fue la última vez que estuve en un hospital. En esa época mi madre había comenzado a estudiar Ciencia Cristiana. Yo conocía muy poco de la Ciencia y la había rechazado como un camino para mí. Después de esto vino la conversación por teléfono con el practicista de la Ciencia Cristiana que me urgió a leer el Salmo Noventa y Uno. Lo leí, y sentí la protección divina y la seguridad de las que habla. Supe que no había razón para seguir temiendo puesto que Dios, el Amor, estaba siempre aquí conmigo, con ¡todo el mundo! Como dice el Salmo en el versículo 4: “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad”. Y como lo declara el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y salud por la Sra. Eddy: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana". A la mañana siguiente me desperté feliz y vigorizada, y manejé seiscientos kilómetros hasta mi casa.

Como resultado de esta experiencia dejé de estudiar medicina, pero principalmente dejé muchas creencias erróneas sobre Dios y el hombre. Por más de un año me entregué por completo al estudio de las enseñanzas sanadoras de la Ciencia Cristiana. Mi padre y yo nos reencontramos, y él ofreció con mucho amor apoyarme financieramente durante esta época de oración y estudio. Encontré en Ciencia y Salud respuestas a mis preguntas de muchos años. Me restablecí por completo y dejé de fumar para siempre. Como lo dice el libro de texto: “La comprensión, aun en cierto grado, del Todopoder divino destruye el temor y planta nuestros pies en la senda verdadera — la senda que conduce hacia la casa no hecha de manos, ‘eterna, en los cielos’ ”. Tan pronto como la luz de la Verdad siempre presente llenó mi pensamiento, las sombras oscuras desaparecieron.

Estoy muy agradecida por las maravillosas verdades de la Ciencia Cristiana que me han libertado. Doy gracias a nuestro Padre-Madre Dios por Su guía amorosa.


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