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Estoy muy agradecido porque mis padres me inscribieran en una...

Del número de septiembre de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Estoy muy agradecido porque mis padres me inscribieran en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana cuando era niño. Este fundamento sobre la Verdad es lo más importante que podían haberme dado. Me ayudó a superar todas las vicisitudes de la niñez y a sanar de diversas dolencias, como severos dolores de oído y fractura de cráneo. Más adelante, fue un firme apoyo y una protección para mí cuando estuve por primera vez fuera de casa sirviendo en la Marina de los Estados Unidos.

Alrededor de seis años antes de jubilarme, comencé a sentir un dolor tan intenso en la zona más baja de la espalda, que estar acostado por la noche a veces parecía una tortura. Trabajaba como cartero, lo que implicaba caminar mucho, cargar y levantar, y dudaba si podría continuar haciéndolo. Temía que tendría que dejar de trabajar antes del tiempo requerido para poder jubilarme.

Había estado orando para comprender mi verdadera naturaleza como imagen de Dios, pero no podía vencer el dolor. Me esforzaba para cumplir con mis deberes cada día, hasta que por último pensé que ya no podía continuar así. Entonces llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí ayuda por medio de la oración. Estaba esforzándome por mirar más allá de lo que los sentidos materiales afirmaban, tratando de alcanzar un sentido más amplio del amor del Padre.

Encontré estas palabras en Isaías: "Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará". Recuerdo el poder que sentí en las palabras: "Dios viene con retribución...; Dios mismo vendrá, y os salvará". Sabía que esa promesa era verdadera para mí y que la retribución de Dios estaba en contra de la pretensión de que yo era víctima indefensa del mal. Al comprender esto, sentí que había sanado, y con lágrimas de alegría y gratitud compartí este momento con mi esposa, que me había estado apoyando constantemente durante esta experiencia.

Después, por la tarde, se me cayó algo y, sin pensarlo, toqué el piso al levantarlo, sin doblar las rodillas y sin sentir dolor. Al día siguiente volví al trabajo. La curación fue completa y me permitió continuar trabajando hasta que me jubilé seis años más tarde; en la actualidad (ocho años después) disfruto jugando al tenis, hago excursiones a las montañas, y otras actividades vigorosas.

¡Qué alegría, sentir y conocer la bondad infinita del amor siempre presente de Dios! El estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana han bendecido mi vida en todas las formas posibles. Y siento haber esperado tanto tiempo para añadir mi agradecimiento a los miles de testimonios que se han publicado en las publicaciones de la Ciencia Cristiana. Estas publicaciones han sido para mí una gran fuente de inspiración.


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