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Hace algunos años, aunque había sido una estudiante de la Ciencia Cristiana...

Del número de agosto de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace algunos años, aunque había sido una estudiante de la Ciencia Cristiana, me vi involucrada en una relación inmoral con un hombre con el que trabajaba (yo me había divorciado hacía poco, y él era casado). Yo estaba completamente obsesionada pensando en él. Además de mi conducta inmoral empecé a beber. Durante los dos años en que esto siguió, sufrí de un problema en el corazón que puso en peligro mi vida.

Con anterioridad a este tiempo, yo había estado asistiendo a los servicios dominicales de mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y había sido maestra en la Escuela Dominical. Pero entonces dejé de enseñar, y el constante sentido de culpa y condenación de mí misma me impedía que asistiera a los servicios de los domingos, y a las reuniones de los miércoles.

Durante este tiempo, siempre que yo decidía poner fin a esta relación, me daba cuenta de que la atracción abrumaba esa resolución. Muchos argumentos vinieron a mi pensamiento, tales como: “Sólo soy humana” y “¿Cómo no voy a dejar de sentir atracción si trabajamos en la misma oficina?”

Al mirar en retrospección, me encuentro a mí misma impresionada del maravilloso poder que finalmente produjo mi curación. Porque aunque los sentimientos de indignidad me atormentaban día y noche, sentía profundamente dentro de mí el impulso de seguir orando. Y no dejé de estudiar todos los días la Lección Bíblica (que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana). Leí el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, una y otra vez, varias veces. Un pronunciamiento en el libro de texto que me dio esperanza fue: “El mal que rige en los sentidos corporales, pero que el corazón condena, carece de fundamento; pero si el mal no se condena, no es negado, es fomentado”. Con todo mi corazón condené el mal que parecía querer dominarme.

También leí la Biblia, y me afirmé en las promesas del amor y poder protectores de Dios. Leí ejemplares del Christian Science Sentinel y The Christian Science Journal. Con el tiempo me di cuenta de que, aunque dormía poco, sufría cada vez menos por la falta de sueño.

Hubo momentos en los cuales las verdades del ser espiritual perfecto fueron tan claras que vi la irrealidad fundamental del mal, y sentí que había ganado la batalla. Pero la lesión del corazón se hizo más agresiva. Cada vez que parecía amenazante solicitaba la ayuda a través de la oración a un practicista de la Ciencia Cristiana y recibía alivio.

Una mañana después de una noche particularmente difícil que estuve con dolor, me vino el pensamiento de que si yo hacía el esfuerzo de levantarme para ir al trabajo me moriría. A pesar de ello, mientras oraba, logré vestirme y fui al trabajo. Más tarde esa mañana, otra vez me sentí sumamente enferma. Pero precisamente cuando ocurrió esto, sentí una gran ola de gratitud y la feliz comprensión de que ¡Dios, el bien, es mi Vida! El fuerte dolor desapareció y terminé el día de trabajo sin ninguna dificultad. El resultado fue que la dificultad del corazón sanó completamente.

Pero todavía necesitaba sanar otras dificultades. Una noche después de esto, sucumbí al deseo de beber. Yo estaba muy ebria por el efecto de la bebida, cuando me senté a la mesa, donde había una Biblia abierta. A medida que leía algunas palabras, una luz iluminó mi pensamiento. En aquel momento vi la naturaleza impersonal y agresiva del mal, y al mismo tiempo de que este carecía de poder.

Entonces ya en estado de sobriedad, vacié el resto de la botella en el desagüe sin vacilación. Sentí la verdad purificadora del Cristo y supe que la curación había sido completa.

Desde aquel día en adelante, no hubo acto ni palabra inmoral entre el hombre y yo. Al principio pensé que sentiría la tentación otra vez. Pero aunque trabajamos juntos durante otro año, no sentí tal tentación. Me di cuenta de que la verdad del ser, revelada en las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, había expulsado el error de mi pensamiento y acción, y al demostrar que no es nada, no podía volver.

En los años que transcurrieron desde esta curación, ha habido otras oportunidades para orar y aprender más acerca de la pureza e inviolabilidad de la perfecta creación espiritual de Dios. Pero esa curación ha permanecido perfecta y sin cambio. Ha sido una base sobre la cual edificar. Mi gratitud ha aumentado con cada lección aprendida desde entonces. Cada faceta de mi vida se ha purificado en un mayor grado.

Con mi más profundo amor por Dios es que ofrezco este testimonio, con la esperanza de que otros puedan encontrar aliento y esperanza. Las palabras por sí solas nunca podrán expresar la profundidad de mi gratitud.

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