Hace algunos años, aunque había sido una estudiante de la Ciencia Cristiana, me vi involucrada en una relación inmoral con un hombre con el que trabajaba (yo me había divorciado hacía poco, y él era casado). Yo estaba completamente obsesionada pensando en él. Además de mi conducta inmoral empecé a beber. Durante los dos años en que esto siguió, sufrí de un problema en el corazón que puso en peligro mi vida.
Con anterioridad a este tiempo, yo había estado asistiendo a los servicios dominicales de mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y había sido maestra en la Escuela Dominical. Pero entonces dejé de enseñar, y el constante sentido de culpa y condenación de mí misma me impedía que asistiera a los servicios de los domingos, y a las reuniones de los miércoles.
Durante este tiempo, siempre que yo decidía poner fin a esta relación, me daba cuenta de que la atracción abrumaba esa resolución. Muchos argumentos vinieron a mi pensamiento, tales como: “Sólo soy humana” y “¿Cómo no voy a dejar de sentir atracción si trabajamos en la misma oficina?”
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