Cuando era un bebé, mi cuerpo comenzó a rechazar toda clase de alimento. Todo lo que se me daba para comer lo devolvía inmediatamente. Mi madre, que en esa época no era Científica Cristiana, estaba atemorizada pensando que perdería a su bebé, porque los médicos ya no tenían ninguna esperanza y decían que era muy probable que yo no sobreviviera. Un amigo muy estimado, que era estudiante de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), habló con mi madre sobre Dios y cómo El cuida de cada uno de Sus hijos. Al poco tiempo, pude digerir los alimentos normalmente. La curación fue permanente, y después de esto nos volvimos Científicos Cristianos activos.
Muchos años después, tuve otra curación de un serio desorden físico. Durante una actividad de la iglesia comencé a sentirme mareado y, para mi sorpresa, perdí el conocimiento. Cuando lo recuperé oí al miembro con quien estaba trabajando repetir la “exposición científica del ser” que se encuentra en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. La seguridad espiritual de esta declaración me dio fortaleza para levantarme de nuevo y que me llevaran a mi casa.
Al poco tiempo, comencé a tener dificultad para respirar y sentí dolor en el pecho. Enfrentaba cada síntoma de enfermedad que se presentaba con la verdad espiritual de que el hombre, a la imagen de Dios, es completo y perfecto. Cada vez que sentía dolor afirmaba que Dios era mi Vida y que, como dice un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana, “ambiente de divino Amor, / respira nuestro ser”, y vivimos en él.
Continué atendiendo a mis deberes diarios y me aferré a la “exposición científica del ser”, especialmente a la última parte que afirma:
“El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual”. Poco a poco pude respirar normalmente y después de varios meses volví a moverme con toda mi energía.
Estas dos curaciones significan mucho para mí porque en ambas parecía que me iba a morir, pero fui sanado por medio de la comprensión de que el hombre es espiritual. Estoy agradecido por el privilegio de ser miembro de La Iglesia Madre y de una de las filiales que tiene en todo el mundo.
Ciudad de México, D.F., México