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Nuestros dos primeros hijos nacieron rápidamente y sin dolor, y estos...

Del número de julio de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nuestros dos primeros hijos nacieron rápidamente y sin dolor, y estos fueron períodos de crecimiento espiritual y de felicidad. Cuando estábamos en espera de nuestro tercer hijo, oramos para saber que la creación de Dios es completa y que Dios, no el hombre, es el creador. Sentimos gran amor por el niño.

Para cumplir con lo dispuesto por la ley, referente al nacimiento de niños, visité a un médico. Después del examen, el médico me explicó, que era muy probable que el niño o yo no pudiéramos sobrevivir a un parto normal, porque la placenta estaba mal adherida y bloqueaba completamente la salida del niño. El médico dijo que tenía placenta previa completa, y que el nacimiento del niño tenía que ser por operación cesárea.

A mi regreso a casa, mientras manejaba, oré y pensé sobre los casos descritos en la Biblia, cuando los obstáculos habían sido removidos. Por ejemplo: cuando la piedra fue removida de la salida de la tumba de Jesús; cuando Pedro fue liberado de su prisión, y las cadenas se le cayeron; cuando un terremoto libertó a Pablo de la prisión. También recordé el siguiente versículo de Isaías (66:9): “Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios”.

Aquella noche, yo estaba cuidando a dos niños más para hacerle un favor a una amiga. Después de acostarlos, y mientras limpiaba, me puse a cantar las siguientes líneas del Himno 148 del Himnario de la Ciencia Cristiana: “Presiento verdes prados / que aún no logro ver”. ¡Me pareció tan adecuado! Me di cuenta de que la verdad espiritual de la perfección del hombre es verdad en todo momento; yo simplemente no la había visto. También tomé un ejemplar de The Christian Science Journal de Junio de 1983, y lo abrí en un artículo titulado “Dejad que el ángel de Dios remueva la piedra”. ¡Esto me demostró qué era lo que debía hacer!

Pasé el resto de aquella noche orando. A la mañana siguiente, llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana, y le conté lo que ocurría. Compartimos muchas ideas útiles en nuestra conversación, y obtuve un mejor sentido de que la evidencia material era una mentira, y no la verdad acerca del hijo de Dios, y que la ley de Dios siempre está en acción, manteniendo la perfección espiritual del hombre. Me di cuenta de que solamente debía saber lo que Dios sabe, y afirmarme en esa idea perfecta. A esta altura yo me sentía completamente en paz.

Continué con el trabajo de oración, y un día sentí que la obstrucción se estaba moviendo. Al principio fue dolorosa, pero con el trabajo de oración del practicista, el dolor rápidamente cesó.

Cuando llegó el momento del próximo examen, el médico se quedó muy sorprendido al encontrar que todo estaba perfectamente bien. Pocas semanas más tarde, una querida niña nació normal y con rapidez. Ella nos ha traído mucha felicidad.

Estoy muy agradecida por esta prueba del cuidado de Dios y muchas otras pruebas que hemos experimentado en nuestra familia.


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