
Relatos de curación
Estoy infinitamente agradecida a Dios por el amor constante e ilimitado que día a día nos bendice. Por medio de Sus ángeles — Sus pensamientos espirituales — podemos disipar el temor y toda creencia de limitación.
Conocí la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) por mi esposo que comenzaba a estudiar esta Ciencia cuando nos casamos. Al comienzo yo sentía antagonismo por estas enseñanzas.
A lo largo de mi vida he aprendido que las enseñanzas de la Ciencia Cristiana son el medio más seguro de enfrentar los desafíos que a diario se nos presentan. El cuidado sanador y protector de Dios fue particularmente evidente para mí durante los años en que trabajé en el Extremo Oriente.
Estoy muy agradecida porque mis padres aceptaron la Ciencia Cristiana cuando yo era pequeña. Esta Ciencia me ha permitido atender con éxito a los problemas que se presentan en la vida diaria, y, además, he tenido muchas curaciones físicas.
Estoy sumamente agradecida porque la curación en la Ciencia Cristiana es definitiva y completa. Hace poco tuve una prueba evidente del cuidado total de Dios.
Allí estábamos, extranjeros en una encantadora ciudad, situada a unos 21 mil metros de altura en las montañas de México. Mi esposo y yo nos habíamos sentido atraídos por esta ciudad debido a su fama como colonia de arte.
Desde que conocí la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) , me di cuenta de que ésta es una enseñanza muy práctica, ya que por medio de mi estudio de la Ciencia, he aprendido a pensar y actuar inteligentemente ante las más difíciles situaciones que he enfrentado, y especialmente en aquellos casos relacionados con hechos delictivos. Un día, al entrar en mi casa, vi que todas las gavetas en cada habitación estaban abiertas, y que habían sacado ropa y papeles y estaban tirados por el suelo, además, habían desaparecido muchas cosas.
Tengo mucho por lo que estar agradecida. Tenía cinco años de edad, y era una de seis niños, cuando una vecina que era Científica Cristiana dio a conocer estas enseñanzas a mi madre, prestándole literatura sobre Ciencia Cristiana.
“La Verdad es siempre victoriosa” ( Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, pág.
Se me educó en la Ciencia Cristiana, y asistí a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana hasta la edad de veinte años. Si bien fui testigo de curaciones en nuestro hogar mientras crecía, no empecé a estudiar seriamente esta Ciencia hasta el año 1954, cuando estaba encarando un problema de carácter físico con mi hijo menor, que en ese entonces tenía cuatro años de edad.