Poco después de haberme casado, me hice cargo de una granja lechera en la parte sur del estado de New Hampshire, E.U.A. Si bien no era estudiante de Ciencia Cristiana en aquella época, concurría con mi esposa casi todos los domingos a una iglesia filial de la Ciencia Cristiana.
Una mañana, encontrándome solo en casa, me caí desde una plataforma que se hallaba a 6 metros de altura en el granero. Al caer, me golpeé la espalda en una de las vigas de apoyo. Cuando intenté levantarme, no pude hacerlo. Al principio, pensé que cuando pudiera volver a respirar normalmente me sentiría bien, pero pasaron diez o quince minutos y aún no podía levantarme. Entonces me di cuenta de que había perdido toda sensación en la parte inferior del cuerpo, pues no sentí nada al pellizcarme.
Entonces me vino el pensamiento: “¡La Ciencia Cristiana puede curarte!” Primero pensé: “Pero no sabes nada de Ciencia Cristiana”. Luego, al pensar en los cultos religiosos a los que había concurrido, recordé unas pocas palabras de una exposición que siempre se lee al final de los cultos religiosos de los domingos. Estas eran: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita...” (Esta es la primera parte de la “exposición científica del ser”, que se halla en la página 468 de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy.) Había aprendido que Mente era uno de los nombres de Dios. Como no tenía una profunda comprensión de la Ciencia Cristiana, traté de concentrarme en el significado completo de cada palabra.
Si la vida no está en la materia, ¿dónde está? “Todo es Mente infinita...” Si la verdad no está en la materia, ¿dónde está? “Todo es Mente infinita”. Si la inteligencia no está en la materia, ¿dónde está? “Todo es Mente infinita”. Si la sustancia no está en la materia, ¿dónde está? “Todo es Mente infinita”. Se me hizo claro que la Mente (Dios) es la fuerza infinita y gobernante de toda la creación, y que el hombre está bajo el cuidado de Dios como Su idea espiritual. Teniendo presente esta comprensión de Dios, pude levantarme y volver a trabajar. Hice esto y no tuve ningún otro efecto de la caída.
En los años siguientes, cuando me hice estudiante activo de Ciencia Cristiana, pude aplicar las verdades espirituales sanadoras a muchos desafíos que enfrenté como granjero. La cosecha que había sido dañada por el mal tiempo o por el ganado fuera de control, aún así, producía más por acre que lo acostumbrado. El ganado que sufría de pulmonía o que experimentaba partos difíciles fue sanado sólo por medio de la oración, sin remedios materiales y sin la ayuda de veterinarios.
Cuando me di cuenta de que debía dejar la profesión de granjero y comenzar otra línea de trabajo, fui guiado por medio de la oración a comenzar con éxito en un ramo de trabajo en el que no tenía experiencia previa y muy poco entrenamiento. Si bien he tenido diferentes trabajos, cada uno ha significado un paso de progreso y ha sido una oportunidad para crecer espiritualmente. Mi ocupación actual me permite ayudar a los demás, lo cual me proporciona mucha alegría y satisfacción.
La Ciencia Cristiana me ha sanado de enfermedades físicas, ha reformado un temperamento violento, me ha dado la base para un matrimonio feliz, ha mejorado mis relaciones con la familia, ha guiado mis negocios y me ha proporcionado toda forma de provisión. Toda necesidad ha sido satisfecha. La Iglesia de Cristo, Científico, ha sido indispensable en mi progreso como Científico Cristiano; continuamente me da el apoyo que necesito, las oportunidades para aprender y crecer. Mi gratitud por la Ciencia Cristiana no tiene límites.
Harrison, Maine, E.U.A.