Todo lo que estimo de valor en la vida se lo debo a la Ciencia Cristiana. Así es que hace tiempo debí haber relatado mi curación de los efectos de una accidental dosis excesiva de droga.
Aunque fui criado en una familia que se apoyaba en la práctica de la Ciencia Cristiana, yo no era precisamente un estudiante modelo de metafísica en la organización universitaria de la Ciencia Cristiana a la que concurría. Aún así, mantenía suficientes normas morales como para considerarme un estudiante honorable de Ciencia Cristiana. Una noche, concurrí a una fiesta con una compañera en la ciudad cerca de la universidad. Como no había más que vino y licor, me hice un poco de limonada con lo que quedaba de un concentrado de limón líquido que había en el refrigerador de mi anfitrión. Cuando bebí todo ese líquido ácido, inesperadamente me sentí mareado.
Pregunté a mi anfitrión qué era lo que yo había bebido, y él, perturbado, me dijo: “¡Todo el contenido de peyote que tenía; cuatro dosis!” (Más tarde supe que el porcentaje de mescalina que tiene el peyote es un alucinógeno de la misma clase que el LSD. El resultado de una dosis típica es que la persona padece de una total distorsión perceptiva durante muchas horas.)
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