Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Todo lo que estimo de valor en la vida se lo debo a la Ciencia Cristiana.

Del número de octubre de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Todo lo que estimo de valor en la vida se lo debo a la Ciencia Cristiana. Así es que hace tiempo debí haber relatado mi curación de los efectos de una accidental dosis excesiva de droga.

Aunque fui criado en una familia que se apoyaba en la práctica de la Ciencia Cristiana, yo no era precisamente un estudiante modelo de metafísica en la organización universitaria de la Ciencia Cristiana a la que concurría. Aún así, mantenía suficientes normas morales como para considerarme un estudiante honorable de Ciencia Cristiana. Una noche, concurrí a una fiesta con una compañera en la ciudad cerca de la universidad. Como no había más que vino y licor, me hice un poco de limonada con lo que quedaba de un concentrado de limón líquido que había en el refrigerador de mi anfitrión. Cuando bebí todo ese líquido ácido, inesperadamente me sentí mareado.

Pregunté a mi anfitrión qué era lo que yo había bebido, y él, perturbado, me dijo: “¡Todo el contenido de peyote que tenía; cuatro dosis!” (Más tarde supe que el porcentaje de mescalina que tiene el peyote es un alucinógeno de la misma clase que el LSD. El resultado de una dosis típica es que la persona padece de una total distorsión perceptiva durante muchas horas.)

Rápidamente decidí luchar mental y espiritualmente contra esa intrusión química. A pesar de mis sentidos tambaleantes, dije a mi compañera, quien nunca había manejado en aquella ciudad, que la dirigiría durante los cincuenta y cuatro kilómetros que había aproximadamente para regresar a mi apartamento. (Yo había manejado para ir a la fiesta.) Y que, a pesar del estado en que me encontrase, cuando llegáramos a mi apartamento ella debía llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana, cuyo nombre le di, y decirle lo que había sucedido. Cuando recuerdo el incidente, el adoptar esta decisión de apoyarme en la Ciencia Cristiana fue ciertamente muy útil. Ciencia y Salud por la Sra. Eddy dice (pág. 406): “Resistid el mal — toda clase de error — y huirá de vosotros”.

Cuando llegamos a mi casa, mi amiga llamó al practicista que le dije, y le explicó el accidente. Yo no podía articular nada comprensible por teléfono. El practicista oró y vio a través del velo de los síntomas al hombre incólume que Dios había creado. Esta amiga también llamó a mi madre, quien, sin duda, razonó de manera similar al orar por mí. En medio de todo esto, mi amiga se mantuvo en calma y me prestó apoyo, aunque no sabía nada sobre Ciencia Cristiana.

Recuerdo vívidamente estar en medio de la oscuridad, como mirando hacia abajo, sin encontrar fondo alguno; y a través del torbellino mental, me vi a mí mismo indiscutiblemente como bueno, así como me enseñaron en la Ciencia Cristiana. Alrededor de cuatro horas después de haber tomado la dosis, el ataque súbitamente se evaporó. Me encontraba en mi sano juicio, en condiciones de dar gracias a mi amiga y decirle que no necesitaría su ayuda durante la noche. Ella gentilmente volvió a la mañana siguiente para cerciorarse de mi estado, y todo lo que pude decirle fue que había dormido profundamente y que aún me sentía cansado. Más tarde, fui a un partido de fútbol y el cansancio desapareció.

El poder de la oración había descartado las llamadas leyes de la farmacología. Estas oraciones estaban fundadas en la certeza de que el hombre espiritual es la imagen de Dios, y que el hombre refleja solamente bondad y perfección. Aún estoy tratando de encontrar las formas de expresar mi agradecimiento por esta curación.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / octubre de 1989

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.