El problema del sufrimiento universal, y el hecho de que yo mismo había padecido de una afección crónica del oído desde la niñez, me llevaron a conocer diferentes religiones con la esperanza de encontrar en ellas la influencia sanadora de Dios a través del Cristo.
Entonces, un día, una querida amiga me regaló dos ejemplares de El Heraldo de la Ciencia Cristiana. La lectura de estas revistas y sus declaraciones de que el Espíritu es la única sustancia verdadera y que la materia es solamente una creencia falsa, un sueño mortal, me ayudaron a identificarme mejor como la imagen y semejanza espiritual de nuestro Hacedor, un Padre bondadoso que nos ama y protege.
Muy pronto se presentó la oportunidad de demostrar estas grandes verdades. Estaba trabajando en una obra en construcción cuando mis compañeros de trabajo y yo fuimos informados por delegados sindicales que, para aprovechar las fechas cercanas para la terminación de algunos proyectos, era necesario realizar paros parciales para obtener mejores salarios. Los paros fueron aceptados a nivel nacional, no sólo en el ramo de la construcción, sino en varias actividades más.
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