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[Original en español]

Una mañana, desperté escuchando en mi pensamiento las palabras...

Del número de noviembre de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una mañana, desperté escuchando en mi pensamiento las palabras del Himno 207, escrito por la Sra. Eddy (ver Himnario de la Ciencia Cristiana). Durante todo el día, estas palabras del himno continuaban viniendo a mi pensamiento:

Gentil presencia, gozo, paz, poder,
divina Vida, Tuyo todo es.
Amor, que al ave Su cuidado da,
conserva de mi niño el progresar.

Esa noche comprendí por qué este himno, titulado "Oración vespertina de la Madre", había vuelto a mi pensamiento con tanta insistencia. Mi hija, al regresar tarde a casa, después de haber trabajado horas extras en su trabajo, que queda en una ciudad cercana, me dijo que había tenido un accidente con el auto. Su auto se había volcado, pero ella había salido completamente ilesa, y el único daño que tuvo el auto fue que perdió un poco de aceite. Juntas agradecimos a Dios por Su protección.

Son muchas las curaciones que ha recibido nuestra familia. Estas incluyen la curación de resfríos, dolores de muelas, fiebres y gripes.

Los partos siempre habían sido muy difíciles para mí, y no siempre habían llegado a feliz término. Cuando conocí la Ciencia Cristiana y apliqué las enseñanzas de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, junto con la ayuda por medio de la oración de una practicista, los alumbramientos fueron rápidos y armoniosos.

Nuestra familia ha comprobado que esta Ciencia es muy práctica. Mis hijos la aplicaban a sus estudios y a otras actividades. También, me he apoyado en las hermosas verdades de la Ciencia Cristiana al trabajar en nuestra granja, reconociendo que los animales están incluidos en la creación perfecta de Dios. Ganado que se había caído y que parecía estar a punto de morir fue revivido, y vacas con problemas de alumbramiento no han tenido dificultades para dar a luz; todo esto fue el resultado de la oración.

En una ocasión, una plaga de orugas estaba devorando todo a su paso. La invasión era alarmante. Se temía por el sembrado de zanahorias y el campo de pasturas. Trabajé con las verdades del Salmo noventa y uno, que incluye esta promesa para los que recurren a Dios para protección (versículos 10,11): "No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos". Aunque no quedó hoja alguna en los árboles, las zanahorias quedaron intactas y en la hacienda no faltó pasto para comer. Poco tiempo después, leí este pasaje de Malaquías (3:11): "Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos".

Agradezco a Dios por la maravillosa enseñanza que es la Ciencia Cristiana.


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