Relatos de curación
La noche antes de salir de mi hogar para trabajar en el Ministerio de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, abrí la Biblia en estos versículos “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?.
Me siento muy feliz por ser estudiante de la Ciencia Cristiana, y profundamente agradecida por los que me iniciaron en este camino de libertad, en donde encontré la verdad buscada durante mucho tiempo. Hace unos años, experimenté fuertes dolores en los pies.
A principios de 1977, mi esposa tenía severos problemas con su presión arterial, y se enfermaba con mucha frecuencia. Un médico, amigo de nosotros, la examinó y concluyó que ella no viviría mucho tiempo.
Una vez, me sentí indispuesta durante la época de exámenes en la escuela primaria a la que asistía, y no pude participar en la mayoría de los exámenes, excepto en dos o tres materias. (Yo tenía un caso benigno de ictericia, que sanó pronto por medio de la Ciencia Cristiana.
Estoy muy agradecida por la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, a la que asistí desde que tenía doce años de edad. Las verdades que aprendí en ella las puse en práctica mientras iba creciendo, y tuve muchas buenas curaciones.
Deseo expresar mi gratitud por la Ciencia Cristiana y manifestar cuán agradecido estoy de que se me diera a conocer esta hermosa religión hace algunos años. En 1983, la visión en mi ojo derecho comenzó a oscurecerse.
Las palabras de Gálatas (6:7): “No os engañéis”, un domingo fueron el Texto Aureo de la Lección Bíblica titulada “La materia”. Mientras estudiaba esta lección durante la semana previa, decidí enfocar mi atención en entender cómo debía yo pensar — en qué debía apoyarme, qué tenía que comprender y obedecer — para no ser engañada.
Muchos cambios maravillosos han ocurrido en mi vida desde que me fue presentada la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) . Un gran sentido de gratitud me motiva a relatar estas curaciones.
Hace algunos años, me encontraba muy allegada a un ser querido que estaba luchando con lo que había sido diagnosticado por los médicos como cáncer. Después que falleció, oré para borrar de mis pensamientos los recuerdos de los síntomas, que parecieron ser tan agresivos e infundían tanto temor.
Me hallaba muy feliz, alegre, y con buena salud cuando encontré la Ciencia Cristiana. En ese tiempo vivía en la ciudad de Nueva York, tenía un buen trabajo y buenas amistades.