
Relatos de curación
Mi madre falleció poco después de mi nacimiento, y como no tuve la oportunidad de conocerla, no experimenté el sentido de pérdida en mis primeros años. Sin embargo, con el pasar del tiempo, hubo innumerables ocasiones en que pensaba acerca de ella y me preguntaba qué clase de relación hubiéramos tenido, particularmente cuando yo veía las íntimas y calurosas relaciones que mis amigas tenían con sus madres.
Conocí el poder sanador de la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) cuando mi abuelo sanó en cuestión de horas de lo que había sido diagnosticado como un coágulo de sangre en el cerebro. Sin embargo, con todo lo maravillosa que fue esta curación, ninguno en la familia, excepto mi abuelo, se dedicó al estudio de esta Ciencia sanadora.
La Biblia proclama: “Díganlo los redimidos de Jehová” (Salmo 107:2). Me siento, por cierto, redimida y me gustaría aprovechar esta oportunidad para glorificar a Dios.
Cuando cursaba mi segundo año de escuela secundaria, tuve una curación maravillosa. Un atardecer, perdí de pronto el conocimiento y me llevaron rápidamente en ambulancia a un hospital.
Díganlo los redimidos de Jehová, los que ha redimido del poder del enemigo. (Salmo 107:2) Con gran regocijo envío este testimonio de una reciente curación.
Momentos después del nacimiento de nuestra hija, el médico que atendió el parto nos comunicó a mi esposo y a mí que, debido al extraño color de la piel del bebé, se le había hecho un examen de sangre. El examen mostró una peligrosa desproporción en las células de la sangre, y el médico nos dijo que había llamado a un especialista, quien pronto llegaría al hospital para darle a la niña una completa transfusión de sangre para tratar de salvarle la vida.
La primera vez que oí hablar sobre la Ciencia Cristiana, fue hace algunos años, mientras escuchaba el programa de radio “La Verdad que sana”. Por ese tiempo, un miembro de la familia estaba en dificultad, y yo buscaba algo para ayudarle.
La noche antes de salir de mi hogar para trabajar en el Ministerio de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, abrí la Biblia en estos versículos “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?.
Me siento muy feliz por ser estudiante de la Ciencia Cristiana, y profundamente agradecida por los que me iniciaron en este camino de libertad, en donde encontré la verdad buscada durante mucho tiempo. Hace unos años, experimenté fuertes dolores en los pies.
A principios de 1977, mi esposa tenía severos problemas con su presión arterial, y se enfermaba con mucha frecuencia. Un médico, amigo de nosotros, la examinó y concluyó que ella no viviría mucho tiempo.