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Nací en Estambul, Turquía, y de adulta emigré a los Estados Unidos.

Del número de octubre de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nací en Estambul, Turquía, y de adulta emigré a los Estados Unidos. En ese entonces, vivía en la ciudad de Nueva York, y sufría severos ataques de asma. Iba a ver al médico dos veces por semana y tomaba dos medicamentos diferentes cuatro veces por día.

Sintiendo que no podía continuar de esta manera, y buscando algún cambio, me trasladé a Los Angeles en 1976. Pensaba buscar otro médico allí, porque casi se me habían terminado las medicinas. (De Nueva York, había traído unos doscientos dólares en medicamentos.) Me sentía muy desgraciada por toda la situación.

Un año más tarde, algunos parientes de Nueva York se mudaron a Los Angeles. Uno de ellos había sanado mediante la Ciencia Cristiana, y por medio de él encontré esta enseñanza. Comencé a concurrir a una iglesia filial. Luego le pregunté a una señora en la iglesia cómo sanaba la Ciencia Cristiana. Ella me dio algunas indicaciones útiles y me dijo que comprara el libro Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y que lo leyera de principio a fin. También me dijo que eso me ayudaría a aprender sobre la curación. Compré el libro y comencé a leerlo, a pesar de que era muy poco lo que podía leer o escribir en inglés. Fue un estudio muy interesante y muy agradable.

Después de haber comprado Ciencia y Salud, dejé de tomar toda clase de medicinas. Mientras leía el libro, me curé del hábito de fumar. Luego, pedí ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana para vencer el problema del asma.

Un día, después de visitar a la practicista, me sentí muy inspirada con las verdades sobre Dios y el hombre que ella compartió conmigo. Sentí que mi pensamiento se había elevado y mi respiración aliviado. Cuando iba camino a casa me sentía como si volara. Más tarde volví a sentir miedo y vi que todavía tenía un poco del medicamento. Debido al temor lo tomé, pero no me ayudó. Entonces me di cuenta de que mi única ayuda venía de mi comprensión de Dios y confianza en El, y no de una medicina. En ese momento tiré todo lo que me quedaba del medicamento. Mi curación del asma ha sido permanente.

En conexión con esta curación, un pasaje que ha tenido un profundo significado para mí es del himno N.° 145 del Himnario de la Ciencia Cristiana: “Ambiente de divino Amor / respira nuestro ser”.

Me siento muy agradecida por haber encontrado la Ciencia Cristiana.


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