Hay alumnos que asisten a las Escuelas Dominicales de la Ciencia Cristiana cuyos padres no practican esta Ciencia. Para estos niños ofrezco especialmente y con mucho cariño mi testimonio.
Aunque mis padres no eran miembros de una iglesia filial o de La Iglesia Madre, ellos reconocían el tremendo valor que tenía el que yo asistiera a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana durante los años de mi crecimiento. Siempre estaré agradecido porque me inscribieron en la Escuela Dominical de una iglesia filial local. Aunque no asistía con regularidad, cuando lo hacía, sentía la bondad y el amor del maestro de la Escuela Dominical y de los demás alumnos. De ninguna manera me sentí jamás como un advenedizo. Las lecciones espirituales que aprendí fueron una gran ayuda para mí durante un grave problema que tuve cuando era niño, y éstas continúan bendiciéndome hoy en día.
Una mañana, cuando contaba ocho años de edad, me desperté y me di cuenta de que no podía moverme. Estaba tan asustado que lo único que pude hacer fue ponerme a llorar. Cuando mis padres vinieron a ver qué ocurría, pronto se dieron cuenta de que algo estaba mal. Mi padre me llevó cargado hasta el auto y fuimos al hospital local. Después de un minucioso examen y de haber tomado varias radiografías, diagnosticaron que tenía neumonía y que un pulmón había sufrido un colapso. Se nos informó que este pulmón tendría que ser extraído y debían operarme en unos dos días.
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