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Cuando era pequeña, tenía una tía que siempre disponía de tiempo...

Del número de abril de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando era pequeña, tenía una tía que siempre disponía de tiempo para estar conmigo. Me dejaba hacer casitas para jugar cubriendo los muebles con frazadas. Pero yo pasaba la mayor parte del tiempo sentada a su lado oyéndola leer.

Al cumplir cinco años de edad, mi tía falleció. Unas noches después, yo estaba acostada en mi cama y mi mamá se sentó cerca de mí, mientras me explicaba que mi tía era una idea de Dios y que todavía expresaba vida y amor.

Al principio, fue muy duro para mí comprender esto, pero después lo entendí y dije: “Esto es como cuando uno camina por la playa y ve el caparazón de un cangrejo. Uno puede pensar que el cangrejo murió porque no está dentro de su caparazón, pero lo que ha hecho es dejar el caparazón, y todavía continúa andando por la playa”.

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