Desde mi niñez, he tenido el privilegio de estudiar, practicar y amar la Ciencia Cristiana. Lo que ella me ha enseñado de Dios y de la naturaleza real y espiritual del hombre, ha sido un camino de dirección, curación, protección, de ayuda en situaciones difíciles, y de consuelo en tiempo de pesar. Yo no sé dónde yo estaría, y qué sería de mí, sin este punto de vista espiritual de la Vida.
Algunas curaciones me han parecido especialmente sagradas; y han dejado, por lo tanto, profundas huellas. Algunas de ellas las relato aquí.
Cuando nuestra hija mayor era una bebé, se enfermó gravemente. Como los familiares de mi esposo (quienes no son Científicos Cristianos) estaban muy preocupados, me persuadieron a llevar la niña a un médico. Después de examinarla, él me dijo que nuestra hija sufría de escrófula de la sangre. Con mucha bondad, me dio las recetas que, según él, ella necesitaría. Sin embargo, yo nunca las compré. En su lugar, fui a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara por medio de la oración. Mi esposo estuvo de acuerdo con este paso. En término de dos semanas, la pequeña estaba bien; la familia de mi esposo se sintió agradecida. Pero un día, años más tarde, cuando nuestra hija estaba en la escuela, la enfermera me dijo que llevara la niña inmediatamente a la clínica de tuberculosis para un reconocimiento médico, porque un examen había mostrado síntomas de esta enfermedad. Hicimos esto en cumplimiento con las leyes de nuestro país.
Más tarde, cuando mi hija y yo regresábamos juntas de la clínica a la casa, expresé gratitud en mi corazón, porque sabía que nuestras oraciones habían sido eficaces, y que los resultados eran ciertos. Me sentí segura de que cualquier cosa que mostraran los rayos X, no podría cambiar la verdad, en la que no hay recaída, en la que no se desciende de la perfección. Sentí una profunda confianza y calma.
Pocos días después de esto, fuimos informados de que los rayos X habían mostrado que nuestra hija en un tiempo había tenido un pequeño vestigio de la enfermedad, pero que ésta había sido superada completamente, y ahora ella estaba bien. Me sentí infinitamente agradecida. Esta experiencia me ayudó en una ocasión posterior en lo concerniente a nuestro hijo menor.
Este pequeño chico, que era un niño muy alegre y feliz, un día súbitamente mostró síntomas de sordera. El pareció no haber notado nada anormal, pero continuó silbando y cantando como de costumbre. Solamente los que estaban a su alrededor lo notaron. Yo traté de orar por él como había aprendido en la Ciencia Cristiana, y había practicado por muchos años, desde que asistí por primera vez a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Pero sentí que necesitaba ayuda. Así que justamente antes de que nos fuéramos a un hotel en las montañas para los días festivos de invierno, pedí ayuda a un practicista para que orara por él.
Nunca olvidaré cómo el practicista me alentó para que recordara que no había nada que tenía que cambiar en el hijo de Dios, porque su linaje es, y siempre ha sido, perfecto. Con agradecimiento, me aferré a esta verdad espiritual. Después de esto, todas la noches me apartaba de los otros huéspedes y estudiaba en quietud la Lección Biblica de esa semana [cuyas citas se encontraban en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana]. El hacer esto llenaba mi consciencia con la Verdad.
Mi hijo y yo compartíamos una habitación en un anexo del hotel, y justamente afuera de nuestras ventanas pasaba el ferrocarril principal. Después de algunos días, una mañana, tirando las frazadas, se levantó de la cama y corrió a la ventana gritando: “¡Mami, escucha; el tren!” Hasta entonces él no había oído nada. Sentí un nudo en la garganta, me sentía tan feliz. El oído estaba restablecido completamente.
Pero algunos años más tarde, la escuela me informó que el niño no estaba prestando atención en clase, y que esto probablemente era debido a un problema del oído. Era de rigor para nosotros ir a la clínica de oídos inmediatamente. Mientras estábamos en camino, pensé sobre la curación de nuestra hija y afirmé ahora, como lo hice antes, que el trabajo de la Verdad no podía invalidarse. Un médico en la clínica examinó el oído, usando un diapasón, y el niño pudo distinguir los sonidos clara y perfectamente. El médico dijo que no había nada anormal con el oído. Me llené de gratitud y regocijo, y sentí aún mayor certeza de que “la voluntad de Dios se hará, Su reino aquí está” (Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 51). Desde entonces, no ha habido nada anormal con el oído de mi hijo, ni la escuela volvió a hacer mención de que no prestaba atención. El es ahora un hombre y tiene sus propios hijos.
Cuando mi esposo falleció súbitamente hace ya algunos años, me sentí devastada. Luché por muchos meses; las maravillosas verdades que me habían sostenido anteriormente, ahora parecían ser sólo palabras muertas. Las tardes eran las más difíciles, cuando nadie venía a cenar.
En una de esas horas difíciles del crepúsculo, recordé un incidente aparentemente insignificante. Una mujer llegó muy tarde un domingo para asistir al culto religioso en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Pero un ujier gentilmente le dijo que el culto de la tarde era el mismo que el de la mañana. Esto la reconfortó, y, más tarde, volvió para el culto vespertino. Pensando en qué podía significar esto para mí, me sentí guiada a ir a mi habitación y a comenzar a leer de nuevo la Lección Bíblica para aquella semana, aunque, como de costumbre, ya lo había hecho por la mañana. Cuando hube terminado, sentí una gran y quieta paz. Entonces, calmadamente fui a la cocina y preparé mi comida de la tarde, sola, pero no más en soledad.
Mi familia y yo hemos tenido tantas pruebas de la verdad de la Ciencia Cristiana, que pudiera escribir un libro. Pero aquí solamente deseo terminar este testimonio diciendo que frecuentemente siento algo como reverencia, cuando pienso en la luz espiritual que se le ha dado al mundo a través del libro de la Sra. Eddy, Ciencia y Salud. Gratitud y veneración por este regalo de Dios a la humanidad son dos palabras que expresan sólo en parte lo que siento. Por lo demás, debo tratar de mostrar mi gratitud a través de mi vida.
Bjärred, Suecia
