Cuando cursaba mi segundo año de escuela secundaria, tuve una curación maravillosa. Un atardecer, perdí de pronto el conocimiento y me llevaron rápidamente en ambulancia a un hospital. (Anteriormente no había estado enfermo.) Los médicos diagnosticaron el caso como pulmonía. Después de varios días de darme medicamentos (todavía me hallaba inconsciente), el cuerpo médico coincidió en que no podían hacer nada más por mí. Los médicos dijeron a mis padres que no me darían más medicinas porque habían perdido toda esperanza de que me recuperara.
Ante esta declaración, mi madre recordó que su papá había recibido bendiciones, en muchas maneras, por medio del estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana. Con el consentimiento de mi papá, mi madre se apresuró por llegar a un teléfono y llamó al primer nombre que aparecía en la lista bajo “Practicistas de la Ciencia Cristiana”, de la guía telefónica. Después de enterarse de la situación en que me encontraba y del veredicto médico, la querida practicista que contestó el llamado le habló a mi madre amorosamente por unos momentos y aceptó orar por mí. Pocas horas después recuperé el conocimiento. Las órdenes de que no me dieran medicamentos fueron seguidas por el hospital.
Al hablar con mis padres, la practicista les explicó la necesidad de que se liberaran de un falso sentido de responsabilidad por mí; que me confiaran completamente a nuestro Padre-Madre Dios. Mi progreso desde entonces, aunque gradual, fue seguro y permanente.
Alegría, inspiración y esperanza comenzaron a llenar mis pensamientos. Una vez que regresé a casa, la practicista me visitó varias veces y me explicó muchas de las maravillosas verdades espirituales de la Biblia. También compartió conmigo esta alentadora declaración de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 454): “La paciencia debe ‘tener su obra completa’ ”.
Unas seis semanas después de que la practicista comenzó a trabajar por mí, me levanté y estaba de nuevo en pie. Un mes más tarde, me recuperé completamente de lo que parecieron ser las consecuencias de la enfermedad.
Mis padres, mi hermano y yo nos regocijamos con esta curación, porque nos mostró los efectos prácticos de la oración en la Ciencia Cristiana, y nos dió el ímpetu para estudiar con mayor profundidad la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy.
Más adelante, el bien que Dios otorga a Sus hijos me fue evidente durante la Segunda Guerra Mundial. En una oportunidad me llevaron a un hospital naval al contraer fiebre escarlatina. Pronto me visitó un capellán de la Ciencia Cristiana. Como resultado del tratamiento de la Ciencia Cristiana que afectuosamente me dio al pedírselo, sané completamente, y volví a mis actividades normales en cuatro días.
Mi retorno a los Estados Unidos una vez cumplidos mis deberes en las Filipinas, tomó más de dos semanas. Decidí utilizar este tiempo para leer por completo y en profundidad el libro de la de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud. Así lo hice, y terminé de leer el último capítulo “Los frutos de la Ciencia Cristiana”, el día en que entramos en el puerto de San Francisco. Durante esas dos semanas estuve completamente absorto en lo que leía. Después de dejar el buque noté que el dorso de mis manos estaba completamente liso, y éstas estaban libres de las verrugas que las habían cubierto cuando me hallaba en las Filipinas. !Qué gran felicidad fue el darme cuenta de que había sanado simplemente leyendo el libro de texto!
Estoy tan agradecido ahora como siempre por el descubrimiento que la Sra. Eddy hizo de la Ciencia Cristiana: “la perla preciosa”.
West Chicago, Illinois, E.U.A.
