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[Original en francés]

Espero que este testimonio traiga gozo y bendiciones a quienes lo...

Del número de mayo de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Espero que este testimonio traiga gozo y bendiciones a quienes lo lean; las experiencias que relato aquí han sido muy importantes tanto para mí como para mi familia.

Hace algunos años, fui con mi esposa e hija de vacaciones a otro país. Cuando veníamos de regreso a Francia, en un tramo del camino el auto patinó sobre el pavimento y chocó contra una enorme roca. Cuando salí del auto, vi que el daño era considerable, pero inmediatamente agradecí a Dios que ninguno de nosotros había sufrido un solo rasguño.

Sin embargo, la situación no parecía ser del todo buena. Nos hallábamos en otro país cuyo idioma no hablábamos, estábamos lejos de casa, habíamos sufrido un accidente y, puesto que la población más cercana estaba a varios kilómetros de distancia, estábamos solos. Además, ¡estábamos en medio de una intensa tormenta! Cualquiera de estas circunstancias habría sido atemorizante si hubiéramos aceptado como real la evidencia material de la situación. Por el contrario, sentimos una inmensa calma al saber que Dios estaba con nosotros.

Me puse a orar, reconociendo que la armonía está siempre presente. Varias citas de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy me ayudaron en esos momentos, aunque no recuerdo ahora exactamente cuáles fueron. Las riquezas espirituales que recibimos de ellas, ayudaron a restaurar la armonía. Sentí una alegría interior muy grande.

La situación se resolvió maravillosamente. Sin que hubiéramos solicitado ayuda, un señor francés vino con su camión-grúa para ayudarnos, y se quedó con nosotros hasta que nuestro viaje de regreso había quedado completamente resuelto. Nuestro viaje de regreso, el regreso a Francia del auto (que no funcionaba), el costo del transporte del carro, así como nuestros gastos de hospedaje, fueron costeados por la compañía de seguros. (Antes de salir de viaje, me sentí inclinado a suscribirme a un plan de seguros con esta compañía.) ¿Acaso no era esta la presencia de Dios manifestándose a sí misma?

Hace poco, después de construir nuestra casa, comencé a temer que no podríamos pagar la hipoteca. Mi temor era tal que pronto me encontré sufriendo de una dolencia física, la que quizás se conozca como una hernia.

Cuando me di cuenta de ello, respondí inmediatamente con la oración. Al orar, comprendí que el cuerpo refleja el pensamiento, y estudié estas palabras que dijo Cristo Jesús en el Sermón del Monte (Mateo 6:22, 23): “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” Vi que la luz del Cristo no se me podría manifestar si no expresaba las cualidades que se derivan de Dios, tales como la obediencia y el altruísmo. Cuando me empeñé en hacer esto, comencé a mejorar, y el dolor desapareció. Pero, como la hinchazón no disminuía, pedí ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana.

El practicista y yo estudiamos la pág. 36 en No y Sí, que incluye una declaración de la Sra. Eddy que se refiere a la victoria que el Maestro resucitado obtuvo sobre el pecado, la enfermedad y la muerte: “Si él hubiese estado tan consciente de estos males como lo estaba de Dios, en quien no existe consciencia del error humano, Jesús no los hubiera podido resistir; como tampoco hubiera podido vencer la malicia de sus enemigos, ni quitar la piedra del sepulcro, ni ascender del sentido humano a un concepto más elevado de aquel en el cual apareció a su nacimiento”. También estudiamos el séptimo capítulo de Ciencia y Salud, titulado “La fisiología”.

Las oraciones del practicista, junto con mi creciente sentido de humildad, me ayudaron a obtener una victoria segura sobre las dificultades tanto físicas como económicas, y la curación fue inmediata. Sin embargo, lo más importante fue que comprendí mejor que no nos puede faltar nada en el abundante jardín del bien que tiene nuestro Padre.

Las tribulaciones nos pueden enseñar más acerca del valor, del poder espiritual y del amor de Dios, si las enfrentamos con la Ciencia Cristiana. Estoy agradecido por los maravillosos escritos de nuestra Guía, la Sra. Eddy, y por la dedicación de los practicistas y de todos aquellos que se dedican a esta gran Causa, la Ciencia Cristiana.


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