Espero que este testimonio traiga gozo y bendiciones a quienes lo lean; las experiencias que relato aquí han sido muy importantes tanto para mí como para mi familia.
Hace algunos años, fui con mi esposa e hija de vacaciones a otro país. Cuando veníamos de regreso a Francia, en un tramo del camino el auto patinó sobre el pavimento y chocó contra una enorme roca. Cuando salí del auto, vi que el daño era considerable, pero inmediatamente agradecí a Dios que ninguno de nosotros había sufrido un solo rasguño.
Sin embargo, la situación no parecía ser del todo buena. Nos hallábamos en otro país cuyo idioma no hablábamos, estábamos lejos de casa, habíamos sufrido un accidente y, puesto que la población más cercana estaba a varios kilómetros de distancia, estábamos solos. Además, ¡estábamos en medio de una intensa tormenta! Cualquiera de estas circunstancias habría sido atemorizante si hubiéramos aceptado como real la evidencia material de la situación. Por el contrario, sentimos una inmensa calma al saber que Dios estaba con nosotros.
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