Siempre estaré agradecida por haber concurrido a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, por ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial. El crecimiento espiritual que estas actividades me trajeron me ayudó a superar una prueba muy seria.
Un día, súbitamente me vino una severa hemorragia. La evidencia física era tan perturbadora que me sentía bastante asustada. Sin embargo, el temor fue subyugado cuando me di cuenta de que, a pesar de lo terrible que parecía ser el problema, no pertenecía a mi identidad real como hija amada de Dios.
Puesto que la hemorragia persistió por varias horas, junto con una creciente sensación de debilidad, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana, y le pedí que me brindara su bondadoso apoyo. Al cabo de tres horas de haber pedido esta ayuda por medio de la oración, la hemorragia se detuvo tan rápidamente como había empezado, y no me ha vuelto a ocurrir. De cierto, “clemente y misericordioso es Jehová” (Salmo 111:4).
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