Me agradaría expresar mi profunda gratitud por dos curaciones que tuve hace algunos años. Antes de haber logrado un conocimiento de la Ciencia Cristiana, había padecido mucho de la columna vertebral. Finalmente fui operada por tener un disco dislocado. Durante años me habían dado píldoras para aliviar el dolor, y éstas me arruinaron la salud. Además, poco después de mi operación, se me había envuelto injustamente en un litigio que ahora iba a ser ventilado en el juzgado. Sentí que mental y físicamente había llegado al final de mis fuerzas. Estaba convencida de que sería imposible que pudiera soportar un contrainterrogatorio en la corte, lo cual había estado temiendo durante año y medio.
Fue entonces que un pariente me habló acerca de esta Ciencia. También sugirió que le pidiera ayuda a un practicista durante esos días críticos. Esta sugerencia me pareció completamente fuera de la realidad; no obstante, sí pedí ayuda a un practicista quien accedió a apoyarme por medio de la oración; me alentó a reconocer que la justicia divina siempre es la vencedora, y que Dios siempre está conmigo.
Al día siguiente, en el juzgado, estuve en el estrado de los testigos durante una hora. Pude contestar a las preguntas que se me hicieron con toda firmeza y calma, y el caso fue fallado a mi favor. Yo misma, y otras personas que estaban allí y que me conocían, quedamos asombradas de mi habilidad para afrontar la situción de la manera que lo hice. Pero me di cuenta de que la verdad me había apoyado de tal manera que parecía como algo extraordinario.
La operación para el disco desviado me había dejado una cadera cuatro centímetros más alta que la otra. Se me aconsejó que usara uno de los tacones de mis zapatos más alto que el otro para que pudiera caminar mejor. No hice eso, pero mandé arreglar mis vestidos de manera que un lado fuera más largo que el otro para poder ocultar la deformidad.
Después de unos ocho o nueve años de haber iniciado mi estudio de Ciencia Cristiana, fui a la tienda de ropa, de la que continuaba siendo dienta, pues quería comprar unos pantalones. De la misma manera que lo había hecho antes, la dueña de la tienda le pidió a la modista que hiciera el ajuste necesario para ocultar la deformidad de la cadera. La modista comenzó a poner los alfileres en el pantalón, pero luego los quitó. Dijo que no era necesario hacer ningún arreglo, porque mis caderas estaban perfectamente normales; y agregó: “Su cuerpo debe de haber cambiado”.
Me quedé asombrada. No sólo tenía las caderas en su lugar, sino que también las rodillas estaban al mismo nivel en relación con el piso. Durante algún tiempo antes de ir a la tienda, había sentido dolores en la espalda y le había pedido a una practicista que me ayudara a vencer los dolores por medio de la oración. Aunque no me di cuenta de ello en ese momento, estoy segura de que fue el trabajo de oración lo que causó el reajuste de mi cadera. Desde entonces me siento muy agradecida porque puedo pararme derecha y no tengo que apoyarme en un solo pie. Nunca podré decir lo suficiente acerca de lo agradecida que estoy por esta demostración de cirugía mental. La curación ocurrió hace cinco años y ha sido permanente.
Agradezco sinceramente a Dios esta curación y a todos aquellos cuyas oraciones para ayudarme fueron tan eficaces.
Lyngby, Dinamarca
