Por medio del estudio y la aplicación de las verdades de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), mi esposo y yo hemos podido probar en muchas ocasiones que Dios es, en realidad, la verdadera fuente de nuestra provisión.
Cuando nuestros niños eran muy pequeños, mi mayor deseo (y también el de mi esposo) era que yo pudiera quedarme en casa en lugar de tener que ir a trabajar y dejar a los niños con una niñera. Durante la niñez de mis hijos, el empleo de mi esposo era, algunas veces, muy inestable y nuestros ingresos fluctuaban. Sin embargo, continuábamos con nuestro diario y constante estudio de la Biblia, y de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. También nos daba una gran inspiración la lectura de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana. Por tanto, crecimos espiritualmente, nuestras necesidades fueron siempre satisfechas y nuestra norma de vida nunca sufrió, a pesar de que la única entrada era la de un solo salario. Pudimos mantener la calma y una completa confianza en la dirección de nuestro Padre-Madre, Dios.
Aunque planeábamos nuestros gastos cuidadosamente, nunca especulábamos sobre cómo o de dónde nos vendría el bien. Con frecuencia recordábamos cómo Cristo Jesús había alimentado a la multitud, disponiendo sólo de cinco panes y dos peces. Esta historia fue una inspiración para nosotros (ver Marcos 6: 34–44). El amor de Dios se manifestó de muchas maneras maravillosas. Por encima de todo, nos regocijaba el solo hecho de estar juntos. No nos hacíamos desgraciados deseando “cosas”, al contrario, nos dábamos cuenta de que lo más importante para nosotros era la presencia de Dios en nuestra vida.
Este pensamiento agradecido trajo como consecuencia muchas curaciones, incluso de las llamadas enfermedades infantiles, problemas de relaciones humanas, heridas graves, ictericia, consecuencias debidas a caídas, quemaduras, fuertes dolores de cabeza, abscesos y bronquitis. Todas estas curaciones se efectuaron mediante la demostración de la ley de Dios. Algunas se efectuaron rápidamente, otras llevaron más tiempo, pero a medida que persistíamos, la Verdad en cada caso fue siempre victoriosa. En muchas ocasiones, gracias al apoyo de dedicados practicistas de la Ciencia Cristiana, pudimos mantener la cabeza a flote sobre las olas del error, dándonos confianza y fortaleza para seguir adelante hasta que la verdad de nuestro ser era evidente en la curación.
Mientras nuestros niños crecían, me ofrecí como voluntaria en las escuelas, dediqué tiempo a algunas organizaciones caritativas y fui secretaria de nuestra iglesia filial. Como resultado, cuando llegó el momento oportuno para mí de regresar con tranquilidad al mundo de los negocios, mis conocimientos habían aumentado considerablemente. A menudo, cuando damos de nosotros mismos con todo el corazón y con amor, recibimos bendiciones aun cuando no esperábamos ninguna recompensa.
Estoy muy agradecida por haber asistido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana desde niña, y por haber dado a mis hijos este mismo obsequio espiritual.
Antes de nuestro matrimonio, siempre había pensado que de alguna manera Dios me guiaría hacia la persona con quien yo podría compartir mi vida y la Ciencia Cristiana. Pero resultó que esa persona que conocí nunca había oído hablar de la Ciencia Cristiana. Nunca traté de influir en él para que se hiciera Científico Cristiano, pero cada vez que se presentaba un problema durante nuestros primeros años de casados, compartía con él algunas de las verdades que yo sabía eran integrales en su ser y el mío.
Leemos en Ciencia y Salud (pág. 462): “Quienquiera que desee demostrar la curación por la Ciencia Cristiana, tiene que obrar estrictamente de acuerdo con sus reglas, tener en cuenta cada una de sus proposiciones y avanzar partiendo de los rudimentos establecidos. Nada hay de difícil ni penoso en esa tarea, cuando se ha señalado el camino; pero sólo la abnegación, la sinceridad, el cristianismo y la persistencia ganan el premio, como generalmente lo hacen en todas as actividades de la vida”. Nuestra confianza absoluta en la Ciencia Cristiana para la curación, no ocurrió de la noche a la mañana. Paso a paso, una curación a la vez, y nuestra confianza en Dios fue más firme hasta que llegamos al punto en el que supimos, como lo sabemos ahora, que no había ninguna razón para dudar o admirarse de que hay un camino mejor. Tratando diariamente de mantener la presencia de Dios predominando en nuestro pensamiento, hemos visto que, en tiempo de alegría o de pruebas, el reconocer al Cristo trae paz.
Estoy muy agradecida por haber podido participar activamente en nuestra iglesia filial, y por haber podido compartir con la humanidad, en la vida diaria, las bendiciones que tanto yo como mi familia hemos recibido por medio del estudio de Ciencia Cristiana. Es una gran bendición dedicarnos a aprender, utilizar y compartir la Palabra de Dios.
Miami, Florida, E.U.A.
Como esposo de Diana y copartícipe de estas bellas curaciones a través de los años, me siento muy agradecido y feliz de verificar su testimonio. Estoy muy agradecido porque la Ciencia Cristiana vino a mi vida, y por reconocerla como el faro que es. Muchas veces, el camino apropiado ha sido iluminado para mi familia y para mí, y ahora sé que la Ciencia Cristiana y sus verdades sanadoras son no solamente una forma de vida, sino la revelación de la Vida.
