“Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación” (Salmo 90:1). Una Lección Bíblica del Trimestral de la Ciencia Cristiana comenzaba una vez con ese versículo. No puedo permanecer silenciosa ante esta declaración, por eso aprovecho esta oportunidad para testificar sobre el poder sanador de la Verdad.
Un poco antes que yo naciera, mi madre sufrió un grave ataque de albuminuria. Se le informó al practicista de la Ciencia Cristiana que la había estado ayudando, y, a pesar de las alarmantes condiciones físicas, el parto fue rápido. Mi madre había sanado por completo, y aun cuando yo pesé solamente unos dos kilos al nacer, aumenté de peso muy rápidamente y crecí saludable y normalmente.
Una vez, cuando era niña, fui curada de una fiebre alta al terminar una conversación teléfonica entre mi abuela (quien había llamado pidiendo ayuda para mí ) y un practicista. Después, al regresar a su casa, mi abuela recordó esta declaración de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 63) referente al hombre de Dios: “... Dios es su Padre, y la Vida es la ley de su existencia”. Esta verdad espiritual ciertamente había sido demostrada ese día.
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