Para muchas personas, la falta de empleo parece ser una realidad en el mundo de hoy. Pero a través de la oración, esto puede verse como una oportunidad para crecer espiritualmente. Permítanme contarles una experiencia que tuve.
Súbitamente me despidieron de un trabajo muy remunerador como vendedor. Un sábado por la mañana, al llegar a mi trabajo, me dijeron que mis servicios habían terminado en ese momento, y allí mismo. En aquel tiempo yo había comenzado a estudiar Ciencia Cristiana, así que esto era un verdadero desafío. Había memorizado la interpretación espiritual del Salmo 23 del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, que comienza así (pág. 578): “[El Amor Divino] es mi pastor; nada me faltará”. Apliqué esta verdad a mi situación presente, y la expresé así: “El Amor divino es mi empleador; no temeré ni nada me faltará”. Sabía que un pastor es uno que dirige, guía y protege. Mi Pastor era el Amor divino, Dios, y podía confiar totalmente en Él para satisfacer todas mis necesidades. Esto mitigó todo temor.
Tomé mis pertenencias y dejé la oficina, sintiendo profunda gratitud porque estaba aprendiendo más acerca de cómo practicar la Ciencia Cristiana y porque estaba dispuesto a confiar en Dios. A cada rato me recordaba a mí mismo: “El Amor divino es mi empleador, nada me faltará”. Entonces visité a un practicista de la Ciencia Cristiana. Antes lo había visitado frecuentemente para inquirir acerca de la Ciencia Cristiana. Ahora le pedí que orara por mí. Su respuesta fue, en esencia: “No puedo orar por usted para que consiga un trabajo específico, pero puedo orar para saber que usted es un hijo de Dios — no material sino espiritual — y, por lo tanto, siempre está en su justo lugar, siempre expresa a Dios, siempre está empleado”. Más tarde me explicó que mi deseo de confiar en Dios podía solamente resultar en el bien. Entonces citó un verso de la Biblia (2 Reyes 25:30): “Y diariamente le fue dada su comida de parte del rey, de continuo, todos los días de su vida”. Él dijo: “Dios es su Rey, su empleador”.
La Biblia fue también de ayuda. Se llamó mi atención al mandamiento que nos legó Cristo Jesús (Marcos 12:31): “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, y fui exhortado a obedecerlo. De ahí en adelante puse todo mi esfuerzo por ver a mi exempleador como mi prójimo, por amarlo sinceramente. Tuve la tentación de sentirme resentido; pero esta tentación fue rápidamente reemplazada por amor, porque yo sabía que, en realidad, este hombre era un hijo de Dios, el Amor divino, y que, por lo tanto, él reflejaba amor y yo podía amarlo.
Me fui a casa, seguro de que podía confiar totalmente en que Dios me mostraría cualquier paso que fuera necesario. Al poco tiempo, un amigo me llamó por teléfono y, durante nuestra conversación, le dije lo que había sucedido en el trabajo. Inmediatamente me invitó a ir con él a una ciudad distante donde el tenía que gestionar algunos negocios. Me dijo que podía ser su invitado si yo manejaba. Acepté su oferta. Más tarde llamé al practicista, quien se regocijó conmigo por esta evidencia del Amor de Dios, y me urgió a mantenerme firme en las verdades que yo había aprendido en la Ciencia Cristiana. Hicimos el viaje. Mientras mi amigo atendía a sus negocios, estudié la Lección Bíblica que se publica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, e hice frecuentes visitas a una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana para leer artículos del The Christian Science Journal y del Christian Science Sentinel sobre empleo y lugar. También seguí aprendiendo más acerca de Dios como mi Padre-Madre, mi Pastor.
En dos semanas volvimos a casa. Después de nuestra llegada, un amigo me dijo que mi exempleador había estado llamándome y quería que me comunicara con él. Así lo hice, y mi exempleador me informó que me había recomendado favorablemente a otra organización que tenía una vacante para la cual él pensaba yo estaba bien calificado. Se hizo el contacto, y se concertó una entrevista. La entrevista fue tan satisfactoria que se me pidió que comenzara a trabajar inmediatamente. Me quedé en esa organización, y trabajé en distintos cargos, cerca de un cuarto de siglo.
Mi estudio y aplicación de la Ciencia Cristiana, y mi sincero deseo de confiar por completo en Dios para guía y dirección, me trajeron pruebas de que Dios es el Pastor de los hombres y que Él satisface todas nuestras necesidades.
Muchas veces durante estos años me ha venido al pensamiento esta afirmación de Isaías (65:24): “Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído”. Los hijos del Amor divino, Dios, siempre están empleados en expresarlo a Él, y éste es el verdadero empleo.
Como resultado de esta experiencia, crecí en mi entendimiento de Dios. También me convertí en un trabajador más consagrado en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y más obediente al Manual de La Iglesia Madre por Mary Baker Eddy.
Realmente, las bendiciones, las alegrías y el progreso espiritual que son posibles en la Ciencia Cristiana son ilimitados.
St. Petersburg, Florida, E.U.A.
    