Desde temprana edad comencé a asistir a clases en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, pero dejé la Escuela Dominical cuando tenía unos trece años. Parecía haber obtenido poco o ningún beneficio durante los años que había asistido a ella. A los diez y seis años tuve un confrontamiento con la ley, y el tribunal juvenil me sentenció a pasar seis meses en un campamento para muchachos. Allí aprendí unas pocas cosas; ninguna de ellas buena. Después que me pusieron en libertad, me asocié con un grupo de rufianes.
Mis pensamientos estaban muy lejos de las verdades acerca de Dios y del hombre espiritual de Su creación que se me había enseñado en la Escuela Dominical. Con el pasar del tiempo, una vida materialista me parecía muy real, y a menudo, muy agradable. Beber, fumar, pasar el tiempo en salas de billar y cantinas, y tener problemas con la policía, llegaron a ser cosas comunes y corrientes para mí. Estaba en un estado de idiotez moral.
Cuando tenía unos veinticinco años, me arrestaron por falsificación y me sentenciaron a una prisión estatal. Pasados unos diez y ocho meses me dieron la libertad condicional. Volví al mismo estilo de vida.
Unos seis meses más tarde, se me acusó de robo y de varias faltas de cumplimiento a la ley de libertad condicional. Mientras esperaba mi juicio en la cárcel del condado, empecé a ver que el camino que había estado siguiendo era un camino verdaderamente malo. Un día, encontré y leí un artículo de la Ciencia Cristiana. Entonces fue evidente para mí que lo que me habían enseñado en la Escuela Dominical no había caído en oídos totalmente sordos. La semilla había sido sembrada, y el primer brote — un renovado interés en la Ciencia Cristiana — había surgido.
Pasé casi los siguientes cuatro años tras las rejas de una prisión. Después que salí, alquilé un cuarto y compré unas cosas que necesitaba. No me quedaba mucho dinero, y no veía posibilidad de conseguir trabajo, así es que llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana y pedí ayuda. Dijo que oraría por mí. Me dijo que fuera a una Sala de Lectura para estudiar antes de buscar trabajo. Seguí sus instrucciones y luego fui al centro, donde el estado tenía una oficina de empleos. En una ventanilla me dijeron que no había trabajo para mí, ya que no era competente (no tenía habilidad en campo alguno y nunca había tenido un trabajo de importancia). En otra ventanilla (para solicitantes sin ninguna preparación) la señora me dijo que tenía una sola oferta de trabajo: para un lavaplatos. Por supuesto que tuve que tragarme el orgullo, pero acepté el trabajo. Sentí que el trabajo me venía a mí de Dios, que era una oportunidad de hacer trabajo honrado. Este trabajo duró cinco semanas, y luego, porque el negocio andaba mal, ya no me emplearon.
Para entonces, yo estaba estudiando la Ciencia Cristiana. Un domingo, cuando asistía a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, leí en la pared una cita tomada de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 494): “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana.”. Yo sabía bien que esto era verdaderamente una realidad, y me inspiró y ayudó cuando buscaba trabajo.
Al hablar con otro practicista sobre trabajo, él dijo: “No hay puertas cerradas para Dios”. Poco tiempo después, el oficial encargado de mi libertad condicional me ayudó a conseguir trabajo con un primo suyo y otra persona, quienes tenían un negocio nuevo de importación y manufactura. Estuve con esa compañía varios años antes de emprender otro tipo de trabajo.
Mi camino no siempre ha sido fácil, pero ni una sola vez he deseado volver a mi antigua vida. En las palabras de Pablo (Romanos 8:7): “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”. Podría agregarse que el estado en el cual estuve prisionero me ha otorgado un perdón incondicional. También he sanado de los hábitos de beber y fumar.
La Biblia, Ciencia y Salud y los demás escritos de la Sra. Eddy, ciertamente me han transformado, dirigiendo mis pensamientos hacia Dios. Soy miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial. Y he recibido instrucción en clase de Ciencia Cristiana de un maestro muy dedicado, quien ha sido de gran apoyo. Estoy profundamente agradecido por todo el movimiento de la Ciencia Cristiana, el cual sirve a Dios en verdad y en amor.
Presento este testimonio con un deseo sincero de animar a otros, que puedan estar en situaciones similares, a tener esperanza y a saber que sus vidas, también, pueden tener propósito y realización.
Glendale, California, E.U.A.