
Relatos de curación
En el otoño de 1972 un día salí a caminar para familiarizarme con la zona de la ciudad de los Estados Unidos donde vivía en esa época. (En ese momento, era profesor visitante en una de las universidades de la ciudad).
Como Científica Cristiana, a menudo reconozco, por medio de las palabras del Salmista, el beneficio que he tenido durante la asociación de toda mi vida con esta religión sistemáticamente sanadora (Salmo 107:8): “Alaben la misericordia de Jehová, y sus maravillas para con los hijos de los hombres”. La iglesia siempre ha sido para mí el punto central en mi vida desde mis días de alumna en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, hasta mi afiliación a La Iglesia Madre y a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico.
El amor de Dios me guió a la Ciencia Cristiana. En momentos en que me sentía casi vencida por mis propios problemas, mi esposo cayó enfermo en cama con artritis.
Estoy sumamente agradecido porque durante dieciséis de los diecisiete años pasados nuestro negocio ha progresado mucho. Lo más importante, esto lo atribuyo totalmente a la Ciencia Cristiana porque me ayudó durante tiempos difíciles y me capacitó para contribuir a este logro.
Desde mi niñez estuve activa en una iglesia de otra religión. Una maravillosa maestra de la Escuela Dominical me había enseñado a amar la Biblia, y los siguientes versículos entonces tenían para mí especial significado: “He aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20), y “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío” (Salmo 19:14).
Hace muchos años comencé a sentir bastantes achaques y dolores en las articulaciones. En ese entonces la Ciencia Cristiana era muy nueva para mí, y solicité la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana para sanar la enfermedad.
“La Ciencia Cristiana explica que toda causa y efecto son mentales, no físicos,” afirma la Sra. Eddy en Ciencia y Salud.
Desde muy joven estaba constantemente buscando una religión adecuada para mí. Esto me dio una oportunidad para familiarizarme con las buenas intenciones de muchas religiones.
En febrero de 1971 me prometí a mí misma confiar en forma definitiva en la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) para la curación. Antes de esto había programado una cita con un cirujano especialista de oídos a fin de concertar una fecha para que operara de los oídos a mi hija.
Un viernes por la mañana no pude levantarme. Tenía las piernas tiesas y no podían sostenerme, así que me arrastré hasta la cocina en donde mi madre estaba preparando el desayuno.