
Relatos de curación
En 1974 yo no sabía nada acerca de la Ciencia Cristiana. Entonces un domingo acerté a sintonizar en una estación de radio en Joinvile el programa de la Ciencia Cristiana: “La Verdad que sana”.
Durante dieciocho años estudié la Biblia venerando profundamente sus promesas y teniendo fe en ellas. Esas promesas mantuvieron viva mi esperanza de que algún día me sería revelada una comprensión perfecta de Dios.
Durante mi niñez sufrí de epilepsia. Se consultaron muchos médicos acerca de mi enfermedad, pero ninguno pudo ofrecerme alivio permanente.
Toda mi vida he sido bendecida en gran manera por la Ciencia Cristiana. Muchos problemas se han resuelto por medio de la confianza total en Dios.
Hace muchos meses empecé a sentir que mis amistades, especialmente algunos miembros de la iglesia, me estaban abandonando, ya no me apoyaban; también sentí que por alguna razón yo era incapaz de poner en práctica las verdades sanadoras que había aprendido en la Ciencia Cristiana. En cierto momento esos temores y dudas mesméricas me parecieron tan reales que me sentí abrumado y pensé finalmente que había perdido por completo de vista la realidad.
Cuando comencé a leer el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, enseguida sentí su impulso sanador y su elevación moral.
Mi gratitud por la Ciencia Cristiana es infinita. He tenido muchas pruebas de la presencia sanadora de Dios.
Desde que practico las enseñanzas de esta maravillosa religión, he nacido de nuevo. Las curaciones físicas, morales, personales y económicas son más de las que puedo enumerar.
Un día en el trabajo me mandaron, junto con otros hombres, a probar la instalación de una nueva cañería. Después de la prueba, hubo que sacar agua del tubo, de modo que aplicamos aire comprimido por un extremo, pero no salió agua por el otro.
A fines del año 1976 de repente me enfermé gravemente. Como vivía sola y no podía conseguir a nadie que me ayudara, me llevaron a un hospital.