Hace muchos años, cuando pasábamos unos días de vacaciones en la costa, mi hijo que tenía siete años en ese entonces, comenzó a mostrar síntomas de lo que parecía ser sarampión. Llamé por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí que nos ayudara por medio de la oración. Al día siguiente las manchas habían desaparecido pero todavía tenía una tos persistente. Llamé nuevamente a la practicista y para el tercer o cuarto día ya se le había quitado la tos por completo.
Yo también tuve una curación de una pequeña protuberancia en el pecho. Por muchos años la había tenido y nunca me había preocupado. En realidad no le había prestado atención. Entonces, hace más de cuatro años, la protuberancia comenzó a agrandarse y a supurar. El olor era muy desagradable y me sentía apenada cuando estaba en compañía de otras personas, pues temía que se dieran cuenta. Llamé por teléfono a una practicista y le pedí ayuda, la cual me fue dada con amor, y me sentí muy alentada.
La practicista me indicó una cita del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 390): “Nuestra ignorancia respecto a Dios, el Principio divino, es lo que produce la aparente discordancia, y comprenderlo a Él correctamente restaura la armonía”. La practicista y yo trabajamos para desarrollar esta correcta comprensión de Dios que era necesaria para la curación.
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