Relatos de curación
A mediados de 1972, dejé mi empleo después de catorce años porque me pareció que progresaría al tomar otro. El período que transcurrió entre esta decisión y la maravillosa solución del problema de empleo, fue de más de un año, pero esto me probó de una manera que nunca olvidaré, que “la dádiva del hombre le ensancha el camino y le lleva delante de los grandes”, como se expone en Proverbios (18:16).
Durante una epidemia de viruela en algunas zonas de nuestro país mi hijo contrajo la enfermedad. Un doctor amigo de la familia lo examinó y dijo que su caso era muy grave.
Conocía la Ciencia Cristiana desde hacía muchos años, mas no había aplicado sus reglas y enseñanzas, pues, estaba convencida de que realmente nunca podría apoyarme solamente en Dios para mis curaciones. Pero llegó un momento en mi vida en que toda la ayuda material en que me había estado apoyando para solucionar mis problemas de salud se derrumbó, y me encontré ante el futuro con la desoladora perspectiva de que mi cuerpo, saturado de medicación desde mi niñez, la rechazaba, produciéndome distintos tipos de alergias.
Durante una visita a Dinamarca en 1933, le presentaron a mi madre la Ciencia Cristiana y comenzó a estudiarla. De regreso a la Argentina dejó de estudiarla pues residía en un lugar donde las comunicaciones eran difíciles y no conocía a ningún otro estudiante de esta Ciencia.
En 1945 sané de asma por medio de la Ciencia Cristiana Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens.
Hacia fines de 1907, la Ciencia Cristiana llegó a mi hogar paterno mediante unos familiares de América. Mi madre estaba inválida, pero pronto fue sanada mediante la lectura de la edición alemana de El Heraldo de la Ciencia Cristiana.
La Ciencia Cristiana me sanó a pesar de que conocía poco de sus enseñanzas. Me encontré en una situación en la que tuve que decidir entre buscar ayuda por medios materiales o confiar completamente en Dios.
He conocido la Ciencia Cristiana desde mi infancia, la que transcurrió libre de dificultades. Siempre feliz y alegre, fui mimada por los que me rodeaban.
Una noche, al cruzar la calle, me atropelló un pequeño camión. Evidentemente el conductor no se dio cuenta de lo que había ocurrido y no se detuvo.
En el Christian Science Sentinel del 14 de diciembre de 1963, publicaron mi testimonio en que relataba la curación de una bronconeumonía que era casi fatal, que contraje poco después de la Segunda Guerra Mundial. Ahora quisiera testificar sobre mi curación de visión deficiente.