
Relatos de curación
Desde que empecé a estudiar y aplicar las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, he tenido varias pruebas de la eficacia de la oración como se enseña en la Ciencia Cristiana. Problemas físicos y económicos han sido resueltos mediante la oración científica, y simultáneamente he progresado en mi comprensión espiritual.
Hace pocos años mi marido perdió su empleo, y esto me trajo una serie de problemas. El temor y la preocupación se apoderaron de mí, y debido a ello caí muy enferma.
Mi madre encontró la Ciencia Cristiana antes de que yo naciera, y mis dos hermanas y yo crecimos aprendiendo a recurrir a Dios en busca de ayuda en lugar de recurrir a medios materiales cuando necesitábamos una solución para cualquier problema. A través de los años hemos tenido muchas pruebas del poder sanador de la Ciencia Cristiana.
Una tarde sentí que no podía doblar la rodilla y me dolía. Le pedí a mi mamá que me ayudara a orar para sanar.
Hace algunos años, pocas semanas después de haber llegado a París, comencé a tener gran dificultad para respirar. Esto hizo que cualquier actividad me resultara una carga, y casi me era imposible caminar y subir escaleras.
La Ciencia Cristiana ha bendecido mi vida de muchas maneras. La curación del pesar que sentí cuando falleció mi madre fue lo que realmente me estableció en la Ciencia.
Hace algunos años mi familia y yo tuvimos la oportunidad de ir a pasar un fin de semana que incluía un día feriado, a una isla privada, accesible sólo por lancha. Al atardecer del segundo día de nuestra llegada, me estaba trepando a un árbol cuando de repente la rama sobre la cual me apoyaba completamente, se rompió y caí desde una altura de aproximadamente tres metros.
Nací y crecí en un hogar de Científicos Cristianos. A los dieciocho años empecé a trabajar, pero como no pude satisfacer mis necesidades, acepté un trabajo que creía llenaría todas mis obligaciones.
Aunque desde joven había confiado profundamente en Dios, anhelaba, sin embargo, encontrar una religión que me satisficiera plenamente. Hace muchos años recibí un ejemplar de El Heraldo de la Ciencia Cristiana Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens.
En 1967, cuando trabajaba en una guardería infantil con niños muy pequeños, noté una gradual flacidez en los brazos. Al finalizar la semana tuve que dejar de trabajar.