Siempre he encontrado de gran utilidad los testimonios que aparecen en las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana. Con gratitud y gozo relato una curación que tuve hace algunos años.
En esa época mi esposo y yo éramos dueños de un pequeño negocio. Era el feriado bancario que se celebra en el mes de agosto, la época para nosotros de más trabajo del año, y el tiempo era muy caluroso. El sábado una de las piernas se me hinchó e inflamó debido a la picadura de un insecto venenoso. Tenía dificultad para mantenerme de pie. Llamé por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana, quien con mucho amor me dijo que me daría tratamiento.
La Lección-Sermón de esa semana, en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, incluía el relato bíblico de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que fueron echados en el horno de fuego (ver Daniel, Cap. 3). Percibí claramente que así como la verdadera identidad de ellos no pudo ser tocada por esa experiencia, tampoco podía ser tocada mi verdadera identidad.
Durante ese sábado tuve que telefonear tres veces a la practicista debido al sufrimiento y a la molestia, pero no tuve la más mínima duda de que iba a sanar. El lunes se notaba una mejoría y pocos días después la curación fue total.
Cuando mi esposo falleció, pude superar el pesar estudiando la declaración que la Sra. Eddy da en Ciencia y Salud (pág. 426): “El hombre es inmortal, y el cuerpo no puede morir, porque la materia no tiene vida que entregar. Los conceptos humanos llamados materia, muerte, enfermedad y pecado son todo lo que se puede destruir”.
En esos momentos hubo muchos asuntos de negocios que atender y todos fueron solucionados con el apoyo de la oración de un practicista. Vendí unas propiedades y encontré una nueva casa que ha satisfecho mis necesidades.
Poco después de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, tuve que someterme a un examen médico antes de entrar a servir en las fuerzas armadas. Tuve que ir a un hospital para que me hicieran varios exámenes. El médico me dijo que tenía diabetes y que debía regresar al hospital dentro de unos días. No me recetaron medicamentos y pedí a un practicista de la Ciencia Cristiana que me diera tratamiento. A los pocos días volví al hospital tal como se me había dicho, y me hicieron más exámenes. No me encontraron nada anormal y se me consideró apta para servir.
He tenido otras curaciones, algunas con ayuda de practicistas y otras mediante mi propia comprensión, incluyendo algunas de sabañones, lumbago, resfríos y quemaduras.
La Ciencia Cristiana me ha ayudado en muchas situaciones. Por eso estoy sinceramente agradecida, y estoy agradecida por los practicistas de todo el mundo y por el trabajo sanador que realizan.
Es un privilegio ser miembro de La Iglesia Madre y ser miembro activo de una iglesia filial.
St. Leonards-on-Sea, East Sussex, Inglaterra