Con profunda gratitud a la Ciencia Cristiana, la que considero la “perla preciosa” (Mateo 13:46), quiero compartir una de las tantas bendiciones que recibí, con aquellos que sinceramente buscan la Verdad.
Hace algunos años, mientras me daba prisa por llegar a la parada del ómnibus, me caí sobre la acerca lastimándome la cabeza, un brazo y un hombro. Unos amigos Científicos Cristianos me llevaron de nuevo a casa; uno de ellos era practicista. Ella y yo, en lugar de contemplar el estado físico, tomamos los dos libros, la Biblia, y Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y estudiamos toda la Lección Bíblica de esa semana en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, evitando así que se desarrollara cualquier sugestión de lesión. Sin embargo, no podía mover el brazo. Tampoco podía agacharme; mis costillas también se habían afectado.
No pudiendo darme tratamiento yo misma, le pedí ayuda a la practicista, que así lo hizo. Pasaron varios días. Una mañana muy temprano, después de haber dormido un poco, me di cuenta de que por primera vez estaba acostada de espaldas y que, aunque dolorida, podía permanecer en esta posición. La costilla o costillas habían vuelto a su lugar durante el descanso. Ésta fue la primera victoria. Como no se hizo examen ni diagnóstico médico alguno no puedo precisar exactamente si se quebró la parte superior del brazo; pero cuando todo volvió a su lugar una mañana como a las cinco, lo que sentí al poder usar el brazo inmediatamente, no me dejó ninguna duda. ¡Qué bendición fue ésta!
El trabajo metafísico se basó en la comprensión de que “vivimos, y nos movemos, y somos” en Dios (Hechos 17:28). Todo movimiento está en Dios, que es la Vida, y la vida no continúa sin movimiento. El trabajo metafísico se apoyó en el estudio de “The New Birth” (El Nuevo Nacimiento) en Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos) por la Sra. Eddy. Me tomaré la libertad de citarles las últimas líneas (págs. 19–20): “El sentido espiritual de la Vida y sus nobles propósitos, es ya de por sí una felicidad, que confiere salud e inspira regocijo. Este sentido de la Vida ilumina nuestra senda con el esplendor del Amor divino; sana al hombre espontáneamente, en lo moral y en lo físico, — exhalando el aroma de las propias palabras de Jesús: 'Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar' ”.
No sabría cómo explicar, en palabras sencillas, toda la gratitud que siento por el inmenso amor manifestado durante esos difíciles días. Se lo debo a nuestro amado Padre-Madre Dios y a la Sra. Eddy, cuyos escritos inspirados nos revelan nuestra unión indisoluble con Dios.
La Chaux-de-Fonds, Suiza