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Hace más de treinta años que sé de la Ciencia Cristiana.

Del número de octubre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace más de treinta años que sé de la Ciencia Cristiana. Desde entonces he estudiado todos los días la Lección-Sermón que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, he leído las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana y demás literatura, tomé clase de instrucción y desempeñé varios cargos en la iglesia, incluyendo el de lector, bibliotecario y miembro de la comisión directiva. Nunca había tenido ninguna enfermedad grave, y otros problemas se solucionaron por medio de la Ciencia. Yo era Científico Cristiano, por lo menos así lo creía.

Entonces vino la gran prueba. Me vi seriamente afectado por una enfermedad que no había sido diagnosticada. Me encontré con mis pensamientos llenos de temor, autocompasión, autocondenación y todos los otros argumentos del yo humano. Una practicista de la Ciencia Cristiana me ayudó muy acertadamente, pero el pensamiento persistía: “¿Por qué no ir a un médico para que me dé el diagnóstico? Entonces sabré exactamente a qué atenerme”. La incertidumbre me acosaba. En otras palabras, estaba diciendo que los años que había pasado estudiando nunca me habían convencido realmente de la irrealidad de la materia y de la mente mortal. La practicista me hizo ver con toda claridad que el estudio constante de cualquier tema generalmente se realiza con vistas a pasar un examen y que yo había llegado a una etapa en que debía dar el examen, y que la decisión de darlo sólo dependía de mí. Gradualmente, con la ayuda de la practicista, fui bendecido por Dios con la habilidad de hablarle a la mente mortal y verla como mentirosa, y comprender que Dios es todo. Cuando se presentó la curación, ¡ésta pareció tan fácil! Nunca supe de qué enfermedad se trataba, y no quiero ni necesito saberlo.

Aprecio en todo su valor la ayuda de la practicista, quien con su constancia y persistencia me ayudó a comprender que nada puede impedir la habilidad que Dios nos da para ver la mentira de las sugestiones materiales de la mente mortal.

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