Relatos de curación
El relato bíblico que cuenta la historia de José es uno de mis favoritos. Enseña que no importa cuán mal parezcan las cosas, cuando uno mantiene su confianza en Dios, todo se resuelve para bien.
En una ocasión, teníamos planeado viajar con mi familia a Buenos Aires; yo iba a concurrir a una reunión de un día y el resto lo dedicaríamos para pasear por la ciudad. Nuestros hijos de 9 y 13 años iban a venir con nosotros.
La espiritualidad y la religión me habían interesado desde que era niña. Pero no lograba entender por qué mi familia estaba siempre afligida por el sufrimiento, las enfermedades y otros problemas.
“Hoy en día, el poder sanador de la Verdad se demuestra extensamente como una Ciencia inmanente y eterna, en vez de la exhibición de un fenómeno” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 150).
Desde el primer momento en que empecé a leer el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, su lectura me atrapó. Quería conocer más acerca de Dios, y no podía dejar de leerlo.
Es un hecho que podemos percibir y experimentar libertad, seguridad y guía, en medio del caos más grande. ¿Cómo es posible esto? Gracias a los “guías espirituales”, como Mary Baker Eddy define a los ángeles, que se manifiestan independientemente del tiempo y el espacio (véase Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 299).
Estaba en el séptimo mes de embarazo de mi hija menor, cuando recibimos la noticia de que había fallecido el sobrino de mi marido. Esto me afectó mucho, y además del dolor de la pérdida me invadió un gran miedo por la salud de la criatura.
Durante varias décadas, padecí de síntomas recurrentes de asma bronquial, los que eran a menudo agresivos. Pero un día recibí de regalo una suscripción a El Heraldo de la Ciencia Cristiana y empecé a leer todos los artículos y testimonios de esta revista.
Una mañana, iba en mi motoneta rumbo al trabajo, cuando choqué contra una motocicleta que estaba delante de mí, golpeándome muy fuerte el pie. Como consecuencia, me salí del camino y terminé en la acera del lado opuesto.
Un día después del nacimiento de nuestro hijo Daniel (mi esposa todavía estaba en el hospital), recibí una llamada de la jefa de enfermeras. Me dijo que debía ir cuanto antes.