En 2006, mientras trabajaba en una escuela privada como responsable de la administración y el mantenimiento de las computadoras, hubo una serie de dificultades y conflictos sociales relacionados con la remuneración del personal, las facturas de los vendedores, etc. Y debido a los desacuerdos entre los ejecutivos, a menudo me encontraba en situaciones vergonzosas, hasta el punto de no saber qué instrucciones seguir. Cuando esto ocurría, yo no reaccionaba, sino que me volvía a Dios antes de realizar cualquier acción. Las siguientes palabras de un poema me solían ayudar a encontrar un curso de acción positivo que normalmente funcionaba para ambas partes.
La colina, di, Pastor,
cómo he de subir;
cómo a Tu rebaño yo
debo apacentar.
Fiel Tu voz escucharé,
para nunca errar;
y con gozo seguiré
por el duro andar.
(Mary Baker Eddy, Escritos Misceláneos
1883–1896, págs. 397-398)
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