Relatos de curación
He estado estudiando y practicando la Ciencia Cristiana desde que tenía catorce años. Mi esposo la conoce y la utiliza sólo cuando la necesita.
Siempre me ha gustado viajar para conocer otros países y regiones. A la gente que viaja, a menudo, le fascinan las maravillas de la naturaleza y los hermosos paisajes, pero para mí lo más importante siempre han sido las conexiones e interacciones con otras personas.
Doy gracias a Dios por la inspiración que siento de compartir una curación y un problema resueltos como resultado del genuino amor por nuestro prójimo. La curación ocurrió en Soyo (provincia de Zaire, Angola) en 1998.
Conocí la Ciencia Cristiana cuando tenía 20 años. En aquel entonces sufría de una depresión muy profunda porque me sentía sola.
Me había torcido la rodilla y se me inflamó mucho la pierna. No podía doblar la rodilla, así que me costaba mucho moverme.
“La Ciencia Cristiana borra de la mente de los enfermos la creencia equivocada de que viven en la materia o a causa de ella, o que un llamado organismo material gobierna la salud o la existencia de los hombres, y nos induce a descansar en Dios, el Amor divino, quien cuida de todas las condiciones que se requieren para el bienestar del hombre” (Mary Baker Eddy, Rudimentos de la Ciencia Divina, pág. 12).
Me encanta colaborar en la Iglesia de Cristo, Científico, de la cual soy miembro, y hace un año, cuando estaba en la comisión directiva de esta iglesia, tuve una experiencia que me llevó a reflexionar sobre la verdad espiritual de que somos uno con Dios. Acababa de llegar a la Sala de Lectura, y me sorprendió mucho la forma tan inapropiada en que una persona, que había brindado ciertos servicios a la iglesia, y los que la acompañaban, empezaron a hablarme acerca de una situación en particular que la comisión estaba manejando.
Por más obstinada que parezca ser una dolencia, podemos superar cualquier tribulación y salir victoriosos, cuando nos apoyamos en la oración científica y nos aferramos firmemente a la Verdad. Durante dos años había sufrido de malaria, también tosía mucho, y en general no me sentía bien.
“Podrían presentarse miles de cartas como testimonios de la eficacia sanadora de la Ciencia Cristiana y particularmente en lo que concierne al gran número de personas que han sido reformadas y sanadas por medio de la lectura cuidadosa o el estudio de este libro” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 600).
Nos preparábamos para salir con el auto, rumbo a nuestra casa de campo. Yo estaba acomodando los bolsos en el baúl, la puerta del baúl estaba totalmente abierta y mis rodillas apoyadas sobre el paragolpes.